Tuesday, December 28, 2010

Cartas a Un Futuro Prisionero del Pabellón de la Muerte, Parte 19

Escrito por: Willie Johnson

Nota Administrativa: Esta fue la última carta que se mandó, y originalmente fue escrita en Noviembre del 2010. Sin embargo, por varias razones, hubo un retraso en subir esta carta a la página web.

Cuando recién llegue a la prisión, tenía diecinueve años de edad por homicidio, y dado una sentencia de ocho años. Conocí personas que sirvieron tiempo. Pero no tenía idea de qué esperar mientras yo servía mi tiempo. Así que, básicamente, actué sobre la marcha. Aún puedo recordar el viaje en camión al centro de recepción. Lo único en lo que podía pensar era en darme a conocer. La primera persona que me dio mala espina iba a ser un ejemplo de esto. Así era como yo manejaba las cosas en la calle, y así era como yo pensaba manejaría las cosas en la prisión. Cuando el camión se acercó al área de procesamiento, fui sacado y se me llevó a una jaula de espera, en donde se me quitaron todas mis pertenencias personales y se me dio un kit, el cual consistía de ropa del estado, sábanas, cobijas y unos cuantos artículos de higiene personal. Fue en ese momento que me di cuenta que mi vida sería diferente. Durante la mayor parte de mi vida me habían provisto de lo que yo necesitaba. Ahora tenía que depender de personas completamente extrañas, a los cuales responsabilizaba por haberme puesto en prisión. Así que mi primera reacción fue no pedir ni aceptar favores de nadie. Aún puedo recordar mi primer viaje al comedor y cómo reaccioné cuando tuve que pararme en línea para recibir mi comida. Ese fue uno de mis primeros momentos más humillantes. Allí me encontraba en un almacén con varios cientos de individuos, esperando comer. Era una escena directamente tomada de la gran depresión, en donde las personas tenían que pararse en la línea para recibir comida. O aún peor, una escena tomada de los campos de concentración Alemana Nazi, en donde todos estaban vestidos igual, esperando recibir algo de comida. Para empeorar las cosas, la comida era terrible. Tuve que hurgar la comida para encontrar una migaja comestible. La única ocasión que recuerdo haber comido algo cercano a una comida normal era los Domingos cuando se nos permitía comer pollo frito y papas. Lo que terminé haciendo fue conseguir un trabajo en la cocina. En esta forma, tenía acceso al lugar donde guardaban la comida buena. Para poder mantenerme saludable, me robaba la comida del almacén de la cocina en donde guardaban los ingredientes para lo que eventualmente se convertiría en un estofado. Robaría todo desde rosbif hasta galletas caceras, algunas que llegué a vender a otros prisioneros, pero guardaba la mayoría para mí.

Después, había el problema de tener que compartir la celda con otra persona. Este fue uno de mis problemas principales durante años. No solo por el tamaño de la celda, pero también por el tipo de persona con el que se me obligó convivir en mi celda. Apuñalé a mi primer compañero. Porque que él pensaba que yo le tenía miedo, me causaba problemas en todo lo que yo hacía. Por ejemplo: yo dormía en la cama superior de la litera. Para poder llegar a mi cama, tenía que pararme sobre el escusado. Así que, un día él vociferó de que estuviera pisando el escusado. Aunque no pensaba que esto fuera un problema, decidí usar su cama para subirme a la mía. Aún enojado, me dijo que no hiciera eso. Así que un día, “arreglé” la celda mientras estaba fuera. Tomé un puñal de mi amigo y coloqué tazas de cloro líquido por toda la celda. Cuando el tipo regresa, a propósito pisé el escusado. Cuando empezó a vociferar, lo confronté. Antes que se pudiera parar de la cama, aventé cloro a su cara y empecé a apuñalarlo. No voy a mentir, estaba medio muerto de miedo. No solo porque el tipo me sobrepasaba en peso por unas cincuenta libras, pero también porque no sabía qué final tendría mi plan. Fue un gran alivio para mí cuando el tipo empezó a implorar por su vida. Esa fue la única razón por la que dejé de apuñalarlo. Lo bueno de todo esto fue que yo no sabía lo que estaba haciendo, así que ninguna de sus lesiones puso en riesgo su vida. Pero eventualmente sí les dijo a los oficiales y me encerraron en el hoyo, en donde mi comportamiento negativo empeoró. Cuando recién llegué al hoyo, los oficiales me colocaron al lado de un tipo que tenía problemas mentales. Quiero decir, el tipo se mantenía despierto, gritando toda la noche a todo lo que daban sus pulmones. Y cuando alguien le pedía que le bajara, los maldecía. Todo eso era perfecto para los policías. Les encantaba que el tipo mantenía a todos agitados. Pero cuando él se les volteó, arreglaron para que fuera asesinado. Lo que pasó fue que un día, durante el desayuno el tipo se molestó porque no había huevos en su charola. Y cuando la policía no le dió huevos, aventó una mezcla de orina y heces a la cara del oficial. En vez de que el oficial le diera su merecido, les pagó a algunos prisioneros para que hicieran el trabajo sucio. Allí fue donde me di cuenta que no todo en la prisión es como parece.

En mi mente, la policía era nuestro enemigo común. Pero aquí estaba, los prisioneros haciendo el trabajo sucio de un policía de prisión. Quiero decir, no me gustaba el hecho de que el tipo me mantuviera despierto durante la noche, pero yo sería un maldito si permitiera que un policía me manipulara para hacer algo a otro de los prisioneros. Lo que empeora las cosas es que la mayoría de los muchachos que están siendo usados por la policía se supone que son los que dan la cara por sus compañeros. Así que solo se pueden imaginar la impresión que causó en mi mente. Pero la cosa buena es que sobreviví la experiencia. Y eventualmente salí de la prisión.

Solo había estado fuera cinco días antes que se me tendió una trampa, se me enjuició y sentenció a muerte. Sé que muchas de las personas que están leyendo esto quisieran saber cómo pasó eso. Pero, debido a que estoy pasando por el proceso de apelación, no creo que sea a mi favor elaborar sobre mi caso. Lo que puedo decir es que el segundo juicio verdadero que se me ha dado desde que he estado en el pabellón de la muerte está por llegar. Y el sistema judicial no es bondadoso hacia aquellos que intentan ganar su apelación a través de la opinión pública. Por lo tanto, voy a mantenerme con mis observaciones de lo que pasa detrás de las paredes, lo cual sé que nunca podría describir en su totalidad. Pero espero que mediante la escritura de esta carta pueda ayudar a alguien que se encuentra en esta posición para que puedan aguantar los juicios y tribulaciones que están por venir. En muchas formas, el Pabellón de La Muerte no es diferente que cualquier otro lugar al que has estado en tu vida. La única excepción es que uno está teniendo contacto con personas del mismo sexo. Que si estuviéramos en la calle, tendríamos acceso a nuestras contrapartes femeninas, las cuales, pienso yo, presentan una perspectiva totalmente diferente. Así que pienso que una persona en esta situación debería hacer el esfuerzo por construir una relación con alguien del sexo opuesto, aún si no por el contacto físico, por la estimulación mental. Porque, en mi mente, no existe nada más innatural que estar rodeado por hombres 24 horas al día, siete días a la semana.

Después llega la guerra psicológica que los empleados de la prisión y los prisioneros juegan contigo con regularidad. Lo cual, creo yo, puede ser contra-balanceado mediante el estudio de libros que tengan que ver con la naturaleza humana. Por ejemplo: historia, psicología, anatomía y fisiología, etc…temas como estos ayudarán a comprender mejor la situación con la que se enfrentan. Aún puedo recordar que los gatos me preguntaban por qué leía libros. Después de todo, estaba sentenciado a ser ejecutado. Todo lo que les decía en cada ocasión era: “Me hace sentir bien”. Pero al reflexionar sobre aquellos tiempos pasados, me doy cuenta que era mucho más que simplemente un sentimiento. Mi verdadera razón de leer tantos libros era por la necesidad de saber. Aunque me gradué de la preparatoria nunca tuve un pleno entendimiento de lo que estaba pasando en el mundo real. Tenía un entendimiento sumamente superficial de las fuerzas intrínsecas que gobernaban mi vida. Así que, mediante el estudio de libros, pude tener un cuadro más claro acerca de lo que estaba sucediendo. Hacer esto me ayudó a lidiar con la vida en el Pabellón de la Muerte. Estarían sorprendidos al darse cuenta cuanta energía positiva se recibe con el conocimiento. Es algo como un sentimiento de libertad. Pero más la forma en que se aprende a lidiar con el encarcelamiento. Siempre estoy sorprendido de lo energético que me siento diariamente. No puedo esperar a aprender algo nuevo. Así que, espero que aquellos que se encuentran en el Pabellón de la Muerte consideren lo que estoy diciendo. Y aprendan a amar el aprender. De otra forma puede ser que se encuentren constantemente mortificados por estar en prisión. No me malentiendan. Estar en el Pabellón de la Muerte es algo que debe captar la atención. Pero no es algo que debe ocupar cada uno de sus pensamientos. Por lo menos, es la forma en que yo lo veo. He visto gatos que se vuelven locos porque no podían lidiar con el pensamiento de estar encerrado. Algunos hasta se han suicidado, pensando que es mejor estar muerto. Eso es parte de la forma en que la prisión está diseñada. La prisión está diseñada para quebrantar el espíritu del individuo y hacerlos sentir como algo menos que humano. Es lo mismo con todas las instituciones de opresión, diseñadas para dominar y controlar cada punto de tu existencia. Y evitar que llegues a tu verdadero potencial. Esta es una de las cosas que aprenderás en tu propio viaje a través del estómago de la bestia. Así que, ¡mantén tu cabeza en alto y mantente fuerte!

Willie Johnson
#C-35635 1EY51
San Quentin State Prison
San Quentin, CA 94974



© Copyright 2010 por Thomas Bartlett Whitaker.
Todos los derechos reservados




No comments:

Post a Comment