Friday, January 22, 2010

Un Relato de Cinco Cárceles – Centro de Detención del Condado Limestone – Parte I

Enero 22, 2010 – Viernes

(Nota del autor: los eventos aquí descritos toman lugar durante la primavera y verano del 2006)

“En algún lugar, las gente está pensando en salir a bailar esta noche, en leer su periódico, o sacar al perro a caminar”, me puse a pensar mientras miraba por la ventana, “Intentando decidir qué hacer para la cena, o si comprarían el modelo con los asientos de piel.” Que tales actividades tan normales y acostumbradas pudieran realmente ser importantes para alguna persona en ese exacto momento me asombraba.

Ya había sido un día sumamente largo, esperando en los tanques de detención en el centro de la cárcel del Condado Grimes. Me sentía infectado por tierra y mugre, producidos por los años de sudor y lágrimas y sueños perdidos que se paseaban por las paredes de ese lugar. Un río de jabón de la marca Lady Macbeth no hubiera logrado que yo me sintiera limpio. Mis muñecas estaban punzando de donde las esposas habían cortado mi piel. En una ocasión un re-incidente que había regresado por una violación de libertad condicional me había dicho que eventualmente se formarían callos alrededor de mis muñecas al pasar unos cuantos años de contacto del metal con la piel, y esperaba en Dios que solo estuviera bromeando. Parecía ser una terrible traición biológica que el cuerpo aprendiera a aceptar aquello que la mente nunca pudiera aceptar.

Cuando otras personas deciden tu destino, cuando te encuentras rodeado por el flujo y reflujo de intenciones extranjeras, aún el estar sentado te puede dejar exhausto. Esta es la sola palabra que al presente tiempo ocupa el punto central en mi mente: exhausto. Mi memoria funciona bastante bien; generalmente obedece cuando le ordeno a hacer algo. Los eventos vienen corriendo y se alinean, esperando mi inspección. Hay algo relacionado a Limestone que me hace querer silbar para cambiar la estación de radio; repentinamente siento la necesidad inescapable de hacer lagartijas. Cualquier cosa para distraer, posponer, ignorar. Esto desafía la descripción concisa, esta antipatía hacia mi realidad personal, y todo esto ofende la parte de mí que está dedicada a buscar la verdad en tal forma que igualmente frustra la descripción. Existe un cobarde en cada uno de nosotros, me imagino, lo cual pone color a ciertas porciones de nuestros pasados causando el intenso deseo de irnos a dormir. Por miles de años.

No era una fuente de mucho consuelo, pero creo que las órdenes que requerían que yo fuera desterrado a Limestone también causó que se arruinara ese día para dos de los oficiales de transporte. Efectivamente, la miseria ama la compañía. Ahora, en vez de una excursión del sudoeste al noroeste de Houston, tuvieron que hacer el viaje hasta casi a llegar a Waco. Especialmente para gente como yo, quien – de acuerdo a los periódicos y my fiscal – era tan físicamente peligroso que no podía ni siquiera estar cerca de cocodrilos hambrientos. Ejecutaron su venganza asegurándose que las esposas estuvieran tan apretadas como fuera posible, casi cortándome la circulación de mis muñecas.

Tomó casi tres horas llegar a la meca cultural de Groesbeck, Texas, en donde el letrero que se encuentra al límite de la ciudad decía tener la población como: (en la versión en inglés, está escrita como hablado de rancho) “Bueno, no estamos bien seguros, porque no tenemos tantos dedos en las manos y en los pies, ¿entienden? Y no dejen que el sol se ponga sobre sus traseros negros y los encuentre en la calle, tampoco.” (bromeo…un poco)

Para cuando nos acercamos al final del viaje, mis manos se habían inflamado en forma dolorosa, y estaba teniendo visiones de…este… “re-educar” a estos imbéciles sobre el uso apropiado de las esposas. Sin embargo, estaba seguro que no tenía ningún caso quejarme, ya que ninguno de ellos parecían tener el rango emocional de una pala.

Además de eso, la ruta que tomamos para llegar a la granja no fue completamente desagradable. Especialmente cuando se puede considerar que durante los últimos ocho meses había estado viendo nada más que cemento y herradura y humanos miserables desesperados. Había un vecindario agradable de clase media con enormes robles por el cual cruzamos antes de llegar a la unidad, y tuvimos que frenar durante unos cuantos segundos para continuar lentamente en medio de un juego de hockey de calle que interrumpimos. Los niños estaban lanzándonos esas simpáticas miradas de irritación que solo los niños pequeños pueden manejar con tanto aplomo. Dos de su grupo patinaron frenéticamente hacia las metas fabricadas con tubos PVC, jalándolas para quitarlas de nuestro paso con una mirada de casi pánico en sus caras, como si pensaban que de otra forma pasaríamos a través de ellas descuidadamente. Algunos de los niños finalmente notaron los letreros en el lado de la van, y empezaron a correr al lado nuestro, tratando de mirar hacia adentro. Uno de ellos me hizo una seña cuando saqué mi lengua hacia él, lo cual hizo que el resto del grupo se riera en forma burlesca. Les sonreí. ¡Que hubiera existido alguna ocasión en que, en mi propia vida, cuando el hacer una seña grotesca a alguien pasara como una tremenda comedia! Cuán rápidamente las hierbas empiezan a mostrarse en el jardín de la inocencia.
¿Inocencia? ¿Escribí esta palabra? ¿Realmente pensé eso? Perdónenme, estas memorias me han de haber alterado más de lo que me había dado cuenta. Ese es el pensar de un muy, pero muy viejo hombre, con nostalgia dando un vistazo hacia atrás hacia los días cuando los años no habían grabado tantas firmas dentro de sus huesos. Es el deseo del moribundo, ver el mundo mejor de lo que es, y que seguirá adelante cuando nosotros ya no continuemos. Debería saber que no es así. Sí lo sé. Algunos niños pueden ser monstruos y el mundo seguirá siendo hasta que ya no siga. Mis deseos o sentimientos ridículos sobre el asunto no llegan ni a un montón de frijoles, como se dice aquí. En todo caso, nadie es sin culpa y todos pagan. En Otelo, de Shakespeare, Lago proclama que todos los faltos de culpa encontrarán reproche, y así es. Simplemente toma un poco más de tiempo para que el mundo se ponga a cuenta con algunos de nosotros.

Nunca había estado dentro de una unidad verdadera. Fort Bend, Grimes, aún el Condado Web habían sido meras cárceles, instalaciones totalmente auto contenidas dentro de paredes de refuerzo. No había necesidad de rejas ni alambre de púas ni torres de vigilancia repletas con hombres quienes habían estado cazando desde que se cayeron de la cuna. Limestone era diferente. Uno podía saberlo simplemente en una sola mirada: El lugar simplemente parecía decir que era cosa seria. (Ahora me río de esto, ya que Limestone es una nada comparado con el pesado bruto que es Polunsky.) El complejo mismo consistía de un edificio inmenso, al cual, supe después, se le llamaba, usando gran imaginación, “Edificio-A”. Esto conformaba una cuarta parte del perímetro, las otras tres partes siendo rejas. Tenía dormitorios para los prisioneros del Departamento de Justicia Correccional de Texas, igual que una biblioteca, enfermería, insumos, y todas las oficinas corporativas para los Civigenicos de esa región. Extendiéndose detrás del Edificio-A, en un masivo rectangular irregular se encontraba el resto de la unidad, la cual estaba entrecruzada mediante separadores divisorios de alambre de púa y rejas cerradas con cadenas. Sentado entre estos edificios satélites se encontraba un inmenso espacio de verde y café: el jardín recreativo más grande que había (o he) visto. Eran tan inmenso que contenía un campo de softball de tamaño completo, un campo de futbol y una pista de atletismo. La pista en realidad era solo un camino de tierra que se había desgastado por los miles de pies a tal punto que aún las hierbas más fuertes de Texas habían tirado sus hojas en rendición, pero aún así era mejor que el jardín de recreación de cualquier otra institución en la que yo había sido un huésped.

Limestone tenía un juego separado de edificios para los prisioneros federales BOP y esta serie de dormitorios se sentaba del lado opuesto del jardín. Todo esto era manejado por Civigénicos, los cuales justo habían firmado un contrato bastante lucrativo con diez u once condados en el este de Texas con el fin de mantener encerrados a sus presos esperando juicio. Existían un número considerable de estos hombres ya en la institución para cuando yo llegué. Se podía notar los tres grupos por el color de nuestros uniformes: amarillo para BOP, blanco para el Departamento de Justicia Correccional de Texas, y naranja para los prisioneros del condado. Se suponía que nunca debíamos tener contacto unos con los otros, pero, claro, esto sucedía con alarmante frecuencia.

En general, era una institución fea (aunque creo que debe mencionarse que no creo que jamás haya sido desarrollada una “bonita” prisión), en crecimiento constante, agregando gente, como un crecimiento canceroso que está fuera de control. Podía divisar tres nuevos edificios en construcción del lado del territorio federal, casi listos para agregar varios cientos de camas nuevas al conteo. El negocio de las prisiones privadas en Texas estaba en auge.

Aún sigue.

Todos experimentamos temor en forma diferente. Cuando yo era menor, me escondía en el segundo piso de la casa en mi closet con una lámpara de mano y un libro. La literatura siempre ha sido mi escape de elección. Aún sigue siendo, hasta cierto grado. Después, elegí correr para liberar mis ansiedades, frecuentemente empujándome a tal grado que llegaba a atragantarme con vómito. Más tarde, empezé a usar ciertos químicos para alterar mi percepción de cosas de las cuales no podía huir. Mis acciones el 10 de Diciembre me enseñaron una nueva forma de evitar el temor: separar la mente del cuerpo, para que la mayor parte de mi persona, las porciones que saben cómo amar y reír y sentir cariño puedan ser sumergidas bajo los lagos de mis ojos y escondidas en un cuarto de pánico, protegidos de lo que pasa en el exterior. Un refugio antinuclear para “mí”.

Sí, estaba asustado de llegar a Limestone. Creo que la mayoría de las personas lo estarían. Me puedo manejar bastante bien en la mayoría de las situaciones, pero si cuatro fulanos se juntan con un propósito, hay muy poco que una persona normal puede hacer para detenerlos. Esa es la verdad de la prisión. Solo esperas que no llegue a ese punto. Pero, entonces, ¿de qué sirve la esperanza si los golpeadores no salen al juego?

El procedimiento de recepción fue sorprendentemente similar al del Condado Grimes. Los oficiales de transporte parecieron contentos de deshacerse de mí, y rápidamente me dejaron encerrado en uno de los dos tanques de detención. Pase unos cuantos minutos estirándome, masajeándome las manos para que recobraran vida. La sensación de piqueteo que cubrían mis dedos parecía, en forma rara, consoladora, casi como si alguien estuviera acariciándolos.

Mi vista desde los tanques de detención era un cuanto limitada, consistiendo de un grupo de paredes de concreto y un montón masivo de colchones azul cielo desgastados, algunos más rellenos que otros, apilados sobre un juego de dos carritos. También podía ver el lugar en el que los oficiales de transporte habían aventado sin cuidado mi bolsa de basura que contenía mi propiedad. Me pase cerca de cinco minutos usando mis tenis y camisa para jalar la bolsa hasta que la pudiera alcanzar y abrir. Después de eso, me acomodé en espera. Podía escuchar a alguien moviéndose en el pasillo, el eco de sus pisadas acercándose antes de irse apagando. Intenté revisar mi bolsa para asegurar que mi contrabando escondido no había sido detectado durante mi paréntesis en Grimes, pero lo dejé por la paz.

En unas cuantas ocasiones durante esas primeras horas, un prisionero-empleado del Departamento de Justicia Correccional de Texas vestido de blanco entraría con un carrito y vaciaría un montón de colchones sobre el montón apilado. Finalmente, un tipo blanco llegó empujando una cubeta de trapeador y se acercó para saludarme. Era alto y de pelo rojo, y no me sorprendió saber que su apodo era Shamrock (trébol). Tenía varios tatuajes irlandeses visibles en sus brazos, siendo éstos el tamaño de jamones. Después de habernos presentado, me informó que él había estado en esta granja ya por 18 meses. Solo estaba destinado a completar siete, pero estaban amolándolo al forzarlo hacer el “barajeo (cambio constante) de transferencia de unidad” La ley estatal dice que un prisionero no puede permanecer en una institución de transferencia por más de dos años, ya que estas instituciones no están tan bien equipadas como las unidades regulares. No menciona nada sobre simplemente mover prisioneros de una unidad de transferencia a otra justo antes de los dos años, lo cual es exactamente lo que están haciendo con cientos, si no miles, de prisioneros. Es una realidad absoluta que una buena cantidad de los hombres sentenciados a menos de diez años en la prisión no serán, ni una sola vez, asignados a una institución que tiene la capacidad de darles un GED (Diploma de Educación General), o un curso en soldadura o reparación de autos. Esta es la justicia en Texas, en donde desean que uno sea reincidente. Mantendrán una cama lista para ti, ¿estás escuchando?

Después de que habíamos platicado unos cuantos minutos, le pedí que me apartara uno de los colchones buenos, y me dijo que haría aún más que eso. Rápidamente caminó a la puerta de la esquina, para ver si venía alguien, y después sacó una navaja del bolsillo de su camisa. En forma rápida y experta cortó la orilla de un colchón para abrirlo y le introdujo otro colchón dentro de ese, dándome un rico colchón con grosor doble para dormir. Mientras trabajaba en esto, acerqué mi bolsa y encontré el paquete de ramen noodle que tenía una pequeña marca roja en una de las orillas. Pasé mi dedo por la abertura, la cual había resellado con cinta, y abrí lo que parecía ser un cubo normal de la pasta. En realidad, había ahuecado el centro y hecho un área para guardar mis cigarros. Le pasé uno mientras él apartaba el colchón a un lado.

“Oye, eso es ingenioso. Me gusta. Bueno, ese colchón es tan bueno como un maldito Serta. Si necesitas algo, simplemente preguntale a alguien por mí, y te buscaré. Hay un tipo al que le decimos Doc, un hermano de la escuela vieja que está en los tanques de detención. Él me conoce, Simplemente dile que Shamrock dijo ‘¿Qué onda?’ y él te atenderá. Nos vemos, Wood.”

Aproximadamente una hora después, un hombre negro joven, con ketosis abrió el cancel, y me escoltó dentro de una oficina apeñuscada. Tenía una bola de tabaco en su boca del tamaño de Nueva Jersey, y un modo tranquilo, como si estuviera sentado en algún bar. No parecía preocuparle estar solo conmigo, sin estar esposado, y decidí que me caía bien. Tenía una lista de chequeo de algún tipo, la cual rápidamente firmó, sin siquiera revisar ni una solo artículo de mi propiedad. Tomó una rápida fotografía para mi identificación, y solo después de esto pensó en preguntarme, “¿Tienes algo por lo cual podrían despedirme por haberlo permitido entrar dentro de esta institución?” Simplemente sacudí mi cabeza, aún sorprendido. “Qué bueno, porque realmente no tengo ganas de hacer esta maldita revisión hoy. Si te atrapan con algo que no deberías tener, simplemente haznos el favor y diles que lo compraste de los Federales, ¿o.k.? Ellos siempre tienen todo lo bueno, de todos modos.” Si el universo viniera con ilustraciones con leyendas, el de él de seguro leería: “Necesita un Nuevo Trabajo”.

Se me informó que debía ser asignado al Edificio-F, el cual había sido construido para hospedar a prisioneros de alta seguridad. Él parecía pensar que tenía suerte ser colocado allá, “lejos de toda esta suciedad”. En verdad que estaba trabajando duro en convencerme sobre este lugar, y empecé a sospechar que estaba por ser aventado en un verdadero hoyo del infierno. Me parecía que este lugar era precisamente el tipo de lugar en donde viven los problemas, pero él estaba haciéndolo parecer más exclusivo que el Jardín del Edén.

Otro empleado-prisionero fue rápidamente convocado, y “mi” colchón fue aventado al carrito con el resto de mi propiedad. Esto fue seguido por la provisión de mis demás cosas necesarias: una toalla, una barra de jabón, y un rastrillo. El guardia, cuyo nombre nunca se me ofreció dar a conocer, y del cual aún sigo ignorando, me hizo la señal de adiós con la mano mientras el empleado-prisionero salía por la puerta. Permanecí sentado durante un minuto, antes de seguirlo. ¿Se supone que debo…acudir a mi tarea yo solo?, pensé. La confusión en mi mente se ha de haber manifestado en mi cara, porque el empleado-prisionero hizo el comentario que en el Departamento Correccional de Texas “frecuentemente hacemos nuestra propia cosa”. Admití que esta era mi primera ocasión en el sistema, y me dijo que estaría bien siempre y cuando recordara que había entrado solo y estaría saliendo solo. Esto parecía buen consejo en esa ocasión, y he escuchado este conocido consejo ser repetido en muchas, muchas ocasiones a través de los años, y sigue siendo verdad ahora como lo fue en este tiempo.

Fue una larga caminata, consistiendo de muchas vueltas. Debo admitir que perdí la noción de hacia dónde se dirigía, en esa primera ocasión. Bordeando las muchas paredes había pequeños dormitorios, y hombres con sus brazos colgando hacia el pasillo, llamando unos a otros y al empleado-prisionero a mi lado. Uno de ellos hasta me llamó un “pez nuevo” e intentó aferrarse de mi camisa. Tomé su brazo y lo doblé hacia atrás en contra de los barrotes, haciéndolo ceder. Aprendí a caminar en el centro del pasillo después de eso. En corto tiempo pasamos la enfermería y las oficinas, y seguí esperando que alguien nos preguntara a dónde diablos íbamos. Dos prisioneros, sin escolta…con un carrito lleno de algo… que, a mi parecer, pudiera haber sido una paleta de AK-47s. Eventualmente llegamos a una de las puertas exteriores, y tuvimos que esperar para que un oficial abriera la puerta con control eléctrico. Al salir por la puerta, noté una pequeña placa en la pared, con un pequeño mapa de la institución sobre ella. Había una pequeña “x” en cierto punto, con las palabras “Tú Estás Aquí” escrita en la parte inferior. “Ah, qué bueno”, pensé, “porque es exactamente lo que necesito: un mayor recordatorio de lo amolado que estamos todos.”

Afuera, tuve mi primer vistazo de la red interna de edificios y patios de recreación. Dimos vuelta inmediata a la izquierda y caminamos por el lado del Edificio-A hasta que llegamos a una reja de alta seguridad. Sobresaliendo del piso se encontraba un poste de metal con una caja de intercomunicación adherida a ella. El empleado-prisionero rápidamente presionó el botón amarillo y podíamos escuchar un ruido que parecía al de un pato siendo atacado por un puerco. Cuando cesó el horrible sonido, el empleado-prisionero se inclinó hacia mí y simplemente dijo: “arranque nuevo”.

Unos cuantos minutos más tarde podíamos escuchar a alguien acercándose del otro lado de las puertas y el sonido de una llave siendo metida al candado. Las puertas se abrieron y un guardia nos escoltó por un camino corto, antes de cerrar la puerta detrás de nosotros. Nuevamente, todo parecía estar excesivamente fuera de lugar, y un cuanto mal planeado. ¿Por qué habrían construido una sección interna de la prisión que solamente podía ser abierta por dentro? Un fuerte dentro de un fuerte…que los prisioneros pudieran controlar, si quisieran. Más adelante me daría cuenta que precisamente eso era lo que ya estaban haciendo.

El edificio-F era bastante pequeño. Al entrar por las puertas delanteras, te enfrentas con una línea de dos pisos, la cual está cerrada por dentro, y es virtualmente la única porción del edificio al cual no tienen acceso los prisioneros. A cada lado de la línea había dos puertas-trampas de humanos, cada una dividiéndose en dos direcciones. Así que, cuatro tanques separados en dos pares. Se podía pedir a los guardias que te abrieran para dar entrada al área central que rodeaba la línea para usar el microondas o la estación de peluquería, lo cual realmente solo era un espejo en la pared y una rasuradora eléctrica. El guardia dió un vistazo rápido a mi documentación y me dijo que me tocaba el tanque-C, el cual estaba a la izquierda. No tomó mucho tiempo para que me abrieran y entrara.

El cuarto de recreación interna era una estrecha línea de mesas, tal vez de 15 pies por 50. Las celdas se encontraban a la derecha, en dos líneas, y parecía haber 12 celdas en total: cinco en la parte inferior y siete en la superior. Rápidamente encontré mi celda, la cuál era la número cuatro. Estaba sorprendido de lo silencioso que estaba: la televisión se encontraba prendida, pero en “mudo”. No vi persona alguna ni en el área de las regaderas ni viendo la televisión. Cuando me asomé a las celdas contiguas, vi que una de ellas estaba vacía, y la en la otra estaba un hombre durmiendo. Decidí que imitarlo era la forma más sincera de halago, pero primero necesitaba una ducha. El área de la regadera estaba sucia, pero el agua estaba hirviendo; la primera y verdadera ducha placentera que había experimentado en más de ocho meses.

La posibilidad de tener la televisión solo para mí era bastante dulce, pero mi “Serta” me llamaba. Primero, necesitaba desinfectar mi celda. Duré cerca de media hora limpiando todo con mi cloro de contrabando, y después otros diez minutos protegiéndola de insectos. Fort Bend había estado infestado con arañas reclusas cafés, y si alguna vez han visto una de estas picaduras pudriendo la piel, harían cualquier cosa para prevenir que una de ellas se hospedara en sus casas. Hice una pasta de agua y cloro, y la pase liberalmente sobre las hendiduras que detecté en la pared. Después, coloqué una línea continua de esta pasta sobre el piso en el área cerca de la puerta. Por alguna razón, las hormigas y cucarachas detestan cruzar sobre esto. Ya listo para mi cama, cerré la puerta corrediza y escuché que se cerrara el candado. Estaba dormido en unos cuantos minutos.

Mi descanso fue intermitente. Después de lo que pareció solo unos cuantos minutos, se disparó el volumen de la televisión. A tumbos fui hacia mi puerta y noté que varios de los muchachos estaban comiendo su cena en frente de la caja boba, pero no me sentí con ganas de unirme a ellos. Noté que parecían contentos de no pelearse sobre el programa, y esto era un buen presagio. La televisión es tanto una pacificadora y una declaradora de guerra, ambas en una. Adentro, la tensión puede dar un salto de prisionero a prisionero como relámpago. La televisión puede ser un para rayos, si existe acuerdo. Si no, a alguien le toca actuar como para rayos, y se fríe. Intenté abrir la puerta y me di cuenta que estaba con llave, y empezé a preguntarme como debía abrirla. Resulta que uno tiene que pedirle a alguien en el cuarto de recreación que le llame al oficial en la línea. Decidí que este era un problema para el próximo día, y me regresé a la cama.

(Más adelante aprendería que el ciclo de recreación para mi edificio duraba hasta las 5 p.m., y después de las duchas, la mayoría tomaría una siesta hasta las 7 u 8. Esta era la razón de por qué el lugar parecía un pueblo fantasma cuando llegué.)

Me levanté temprano a la mañana siguiente, como es mi costumbre. Los guardias de turno automáticamente abrieron las puertas a las 7 am, pero yo era el único que parecía ser una “persona mañanera” en el tanque. Decidí aprovechar la televisión y revisé los canales. No podía creer lo que veía: ¡teníamos tele cable en este lugar! Y no solo el programa básico, sino adicionalmente había varios canales de películas. Había escuchado historias toda mi vida de la forma en que los prisioneros vivían la buena vida, chupándose los fondos de buenos y honestos pagadores de impuestos, teniendo condiciones de vida extravagante. Esta era la primera ocasión en que he visto algo que se aproximaba a una de éstas tomas, y me sentí tanto emocionado como culpable a la misma vez. (Este ha sido el único suceso en el que he visto que les den a los prisioneros algún tipo de artículo de “lujo”. A donde sea que vaya el dinero del estado que ustedes dan, no es a nosotros.) Me senté a ver las noticias de la mañana durante unos cuantos minutos, antes de decidir hacerme una taza de café. Una vez que logré captar la atención de la guardia en línea, me abrió para entrar al atrio central, y usé el microondas.

Suponía, en ese tiempo, que la cablevisión y el microondas era la forma en que los Civigénicos compensaban por la falta de programas. Más tarde me daría cuenta que las cárceles federales tenían microondas, pero no cable. A los prisioneros del Departamento de Justicia Criminal de Texas, claro, no se les daba nada de esto.

Para cuando había regresado del microondas, dos de mis compañeros de sección de celdas ya se habían despertado y se encontraban sentados frente a la televisión. Uno de ellos era un chico de raza negra alto y flaco, tal vez de 22 años de edad. El otro era el chino más grande que jamás había visto en mi vida. (En prisión, todos los asiáticos son llamados “chinos”, no tengo la menor idea de por qué es así). El tipo parecía como si se hubiera podido comer Tokio de un solo trago, y aún le quedara lugar para Hong Kong después. Continué hacia mi celda y vacié la mezcla de café, dirigiéndome para sentarme a una de las mesas para terminar de ver las noticias.

Los dos se encontraban en profunda conversación, y el negro se mantenía viendo en mi dirección. La mirada no era amigable, y pequeñas señales de alarma empezarón a prenderse en mi cabeza. Decidí cambiar mi posición, hasta estar sentado sobre la mesa ahora, en vez de en la banca. “Solo déjame en paz”, pensé furiosamente, intentando transmitir mi voluntad dentro de su cabeza.

No pasó mucho tiempo antes que el muchacho negro se decidiera. Rápidamente se puso de pie y comenzó a caminar hacia donde yo estaba. “Aquí viene” pensé yo. Consideré sonreír y salirme de esta situación, pero la expresión de depredador en su cara me dijo que no serviría de mucho. Cambié un poco mi posición en la mesa, listo para brincar si fuera necesario. Nunca hay suficiente tiempo para prepararse para las cosas feas que necesitamos hacer.

“O.K., Wood. Me llamo Dre y este es mi maldito tanque. Va a ser de este modo: pelear, ser violado o me pagas un billete de 100 cada semana.” Todas las opciones viejas: violencia, ser violado, o pagar 100 dólares para la tiendita cada semana para prevenir las primeras dos opciones. La última realmente no es una opción: simplemente toman el dinero y le hacen a uno lo que quieran de todos modos. Todo lo que podía decir en cuanto a Dre era que se andaba con rodeos. En otras circunstancias, eso podría hasta haber sido un halago. En ese momento no pasaba nada de eso por mi mente, claro. Cuando las personas intentan contarme sus historias de peleas de prisión, siempre actúan como si estuvieran totalmente conscientes de lo que están haciendo, como si para ellos, todo estuviera viéndose en cámara lenta. Lo que realmente estaba pasando por mi mente era: “maldición, maldición, maldición.” Cualquiera que les diga otra cosa está intentando convencerles de algo. “Así que, ¿así es la cosa?”, le pregunté, aún buscando una salida. El Chino no parecía estar de su lado, simplemente observando. Y Dre solo usaba sandalias. O.K.

“Sip” Uno podía ver que él pensó que yo estaba sumando lo que yo tenía en mi cuenta para la tiendita.

“O.K. Claro. ¿Café?” Esta última palabra fue más como un grito mientras lancé mi aún muy caliente café hacia su cara. Dándole un poco de crédito, creo que supo que esto venía, pero para entonces era demasiado tarde. El Chino se hizo para atrás, y, sorprendentemente, empezó a reírse en forma histérica. Lo ignoré y me lancé de la mesa, rápidamente cerrando la distancia. Dre había caído hacia atrás, intentando limpiar sus ojos, cuando di un paso hacia adelante y puse todo mi peso detrás de un golpe que fue dirigido directamente a donde esperaba fuera su plexo solar. Pareció haber dado en la marca, porque su cabeza se vino hacia adelante, sus pulmones vaciándose de todo el aire. Di un paso atrás, y dirigí el talón de mi mano hacia lo que se sintió como el piso, dándole directamente bajo la barbilla, haciendo que su cabeza tronara hacia atrás. Cayó hacia la pared, y se dobló hacia el piso.

Durante un momento, simplemente me quedé allí parado, respirando pesadamente. Me dolía la muñeca, al igual que los dedos, del puñetazo. El Chino seguía carcajeándose, pero su risa era años luz lejana de esa de los niños…¿ayer? Parecía eones en el pasado. ¿No eran amigos estos dos? ¿O simplemente había provocado al pobre bastardo a hacer esto, irritándolo? Noté que unas cuantas cabezas más se levantaron de la cama, y me estaban observando ahora. No podía quitar la vista de Dre. Estaba mascullando, y sangre salía de su boca; probablemente lo golpeé cuando su lengua estaba entre sus dientes. De repente, todo lo que podía sentir era cansancio; un agotamiento agobiante del alma. Mis piernas se sentían como si ya no podían sostenerme, y sabía que tenía que salir de allí, rápidamente. Lentamente me incliné y recogí mi ahora vacía taza, y caminé hacia mi celda arrastrando los pies. En las películas siempre existe un comentario cortante, algún comentario ingenioso que es dicho en un momento como estos. Como: “Ahora me debes una maldita taza de café, vándalo.”

En el mundo real, apenas llegas a tu puerta antes que la nausea te invada. Logras mantenerla adentro y cerrar la puerta. Tienes que concentrarte en colgar la toalla para cubrir la ventana, para que nadie pueda ver hacia adentro. El solo pensamiento de que alguien te vea en este estado es atemorizante. Estás tan cansado, demasiado inundado en adrenalina para poderte identificar con esta situación, pero en algún nivel de instinto, sabes que si los demás te ven en un momento de debilidad, volverás a ser presa. Así que apenas logras llegar a tu cama antes que tus rodillas decidan dejar de funcionar, y te sientas, entumecido, aturdido, todos los días de tu memoria sin sentido, todas tus esperanzas y sueños del mañana totalmente arrasados. Quieres morirte. Quieres que el mundo muera. Quieres vivir; quieres que todo el mundo esté cubierto de flores. Ahora hay lágrimas en tu cara, pero no sabes cómo llegaron allí o por qué llegaron. Viene a tu pensamiento la forma en que prometiste, allí en México, sobre la memoria de tu madre, que no volverías a llevar a cabo más violencia, que no dejarías que este lugar te infectara. Darte cuenta que nuevamente eres un mentiroso te tiene doblado sobre tu escusado, jadeando por, espera, intentando deshacerte de todo el veneno que no puedes ni nombrar. En forma vaga, te preguntas si este es el castigo que todos parecen desear para ti, si esto es suficiente, o no lo es, y que tan seguido tendrás que pagar esta cuota antes de que te liberes de tu culpa. ¿Cómo lleva uno la cuenta de dichos eventos? ¿Cuentan para algo? ¿Quién lo nota? ¿Le importa a alguien? Te enjuagas la boca, y te preguntas como se encuentra el pobre tonto, aún sentado en un charco de café y orina y vergüenza, y por qué no pudo haber permanecido en su celda unas cuantas horas más. Tú sabes que realmente él no te odió; simplemente estaba tratando jugar el juego, para conseguir sus “puntos”, su respeto. Su ira contra ti fue indiscriminada como el cáncer o una pasada. Lo odias; no lo odias. Odias a Dios por haber permitido que este fuera el estado natural de la vida en esta tierra, comer o ser comido; amas a Dios por haberte permitido salir de esto en una sola pieza. Lloras por este lugar, esta gente, todos deseando ser agentes de la historia, no sus víctimas.

Después que se agota tu energía, te sientes entumecido. Solo tienes un deseo, y que no sea. Eres un desorden solitario al que se le ha dado un nombre, y todo lo que deseas que no sea. Cierras tus ojos, y durante unas cuantas horas, no lo eres.

Y entonces, despiertas.

Parte II vendrá pronto.


Recientemente completé mi curso de SOC 379, el cual fue ofrecido como un curso de certificado. Aquí Pueden ver mi certificado, y Aquí están mis calificaciones, para que puedan ver que saqué una “A” (equivalente a muy buena calificación).

Aquí hay un artículo sobre teodicea que pensé era interesante.




© Copyright 2010 por Thomas Bartlett Whitaker.
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