Sunday, February 1, 2009

Un Cuento De Cinco Cárceles – Condado Grimes

Febrero 1, 2009 Domingo

(Nota: Los eventos que a continuación se relatan toman lugar Mayo del 2006)

Lo que más recuerdo era el olor.

Sin importar cuales pudieron haber sido los contenidos estomacales reales, el vómito siempre huele igual. Compitiendo por ser el olor predominante estaban los contendientes fétidos olores a sudor, miedo y vergüenza de peso ligero. Estaban perdiendo vergonzosamente, colgando con desánimo de las cuerdas del ring, casi hasta el punto de tapping out. El radio estaba a todo volumen, las bocinas de la parte delantera de la van hasta su máximo, en el intento de compensar el hecho de que no había bocinas en la parte trasera. La voz gangosa de Reba no lograba tapar el sonido del hombre tres hileras adelante al estar vomitando todo su desayuno sobre todo su regazo y el piso. Éramos dieciocho en la parte del atrás de la Ford Econoline, empacados como sardínas, todos engalanados en jumpers de lona azul, nuestras manos, pies, cinturas y almas atados con grilletes. No había aire acondicionado, pero el sol aún no había salido, por lo tanto la temperatura estaba en los ochentas bajos. Manejable.

Esta era la primera vez en que había golpeado una “ATW por puerta trasera”, un término de prisión en el que se cambia de una instalación correccional sobre poblada a otra. “ATW por puerta delantera”: yendo a casa. Yo nunca saldría por la puerta delantera. Ya estaba en casa.

Ninguno de los hombres conocían nuestro destino. Los informantes a susurros dentro de las paredes nos habían informado que Fort Bend estaba tomando mano de por lo menos cuatro diferentes instalaciones para solucionar la sobre población. Todas eran consideradas un paso más arriba del infierno conservativamente puritano del infierno de Fort Bend, así que ser sacado por la puerta trasera realmente era un regalo, según los informantes. Me engañan una vez.

El cielo estaba pesadamente vestido con nubes, y desesperadamente deseaba poder divisar una estrella. Solo una estrella, Dios, y estaré bien. Las nubes hicieron a un lado mis intentos mentales de moverlas vía telequinesis. Prometí que tendría mi venganza, sonriendo ante el pensamiento de intentar vengarme sobre aire. Si solo pudiera un corazón sanar con tanta rapidez. En la sección de segregados aprendes a reírte de las cosas más pequeñas. Aún algunas de las cosas son verdaderas. Algunas de ellas.

Los hombres sentados en el asiento enfrente de mí estaban gritándole al hombre enfermo, el cuál intentaba pedir perdón y limpiarse. Los guardias le bajaron a las ventanas, echando chispas por los ojos. A mi alrededor, los hombres hablaban tonterías, hablaban su “juego”. Cada uno de los que está en la cárcel es millonario, un jugador, uno de los dioses menores de las calles, un “G”. Tienen pacas gordas de dinero, tratos record, y prostitutas. Y sin embargo, de alguna manera, a pesar de ser dueños de una flota de carros Mercedes o Range Rovers (“¡ah, hombre, cuando mi novia me mande esas fotos, solo espera, ya verás!”), no pueden pagar una mísera fianza de 5 mil dólares. No le hago caso a sus historias tontas. Ni siquiera le hablo a la gente si lo puedo evitar. Yo no tengo fianza. Yo estoy en prisión preventiva. La plática sobre fianzas no tiene ningún al igual que las promesas que me hace un político.

Conocía a unos cuantos de los muchachos en la van. Había estado en la cárcel durante nueve meses, por lo tanto algunos habían estado en la celda conmigo en algún momento. Algunos habían estado en la celda conmigo, se habían ido a casa y regresado. Todos sabían quién era yo. Los periódicos, con fijación en ciertas palabras atrayentes, etiquetándome como el “autor intelectual”, de tal manera eso es lo que la gente empezó a llamarme a mis espaldas. Rehusé responder a esta etiqueta, pero eso no detuvo a las personas de usar dicha etiqueta.

Íbamos por carreteras no principales, por lo tanto era difícil que yo pudiera saber qué dirección seguíamos. Todas las carreteras pequeñas de pueblitos se ven básicamente igual. Tenía un mapa de Texas abierto en mi mente, con la hipótesis del destino de los complejos y su localización geográfica tintileando en varios colores. Eventualmente llegamos al 290, y quité Lufkin de la lista., la pequeña luz verde apagándose dentro de mi mente. Demasiado hacia el oeste en la abscisa, como quien dice. El condado Grimes se convirtió en el que encabezaba la lista, y cuando salimos de la carretera principal cerca de Navasota, hablé por primera vez, calladamente informando a todos sobre nuestro destino. Hubo gemidos y reclamos de todos tipos de conocimiento íntimo acerca del lugar. Esto es casi tan común en las prisiones como los reclamos de casas en el Caribe: historias contadas en primera persona de casi cada unidad en el estado. “Yo estuve allí en el ´04…” se convirtió el coro rápidamente, como convenciéndose a sí mismos que una sobrevivencia imaginada de un cierto infierno de alguna forma minimizaría sus efectos presentes. La inquietud: temor a la partera. En hombres que han sido entrenados a no mostrar temor ni debilidad, la inquietud tiene un olor peculiar. O tal vez simplemente era el olor corporal. Es raro que alguien de por aquí use también desodorante.

Seguimos por las carreteras curveadas a través de algunas vías de acceso, hasta que entramos a un estacionamiento de un edificio pequeño, de un solo piso. No me causó impresión. No era posible que el lugar pudiera contener más de cien camas; el alambrado de púas estaba colocado en forma desordenada por encima de la cerca. Por fin, el cielo estaba tornándose gris al entrar en un garaje conectado, y tomé el tiempo del portón al descender del techo. Hizo un sonido tintileante al moverse, y, por alguna razón, me hizo pensar en los castillos que había visto en Inglaterra. La van tosió al ser apagada, y los dos guardias se salieron de la cabina, estirándose. Usaban pantalones negros, estilo militar con muchos bolsillos, y camisas grises con el logo de CiviGenics Corporation una organización privada que maneja centros de detención y prisiones. Estas instituciones corporativas se han convertido en la furia de Texas, porque a nadie le gusta pasar el dólar mejor que los sureños de clase baja rural. Busquen la palabra “sofisticación” en el diccionario; vean una buena fotografía de Rick Perry y su Pelo. ¿No quieren pagar para tener programas en las prisiones que son requeridos por el Tío Sam? No hay problema, simplemente permitan que el primo Earl abra una pequeña cárcel, establezca unas dispensaciones en cuanto a programas educativos y tratamiento de drogas, y se ha solucionado el problema. Siempre y cuando no detengan a nadie más de dos años, no importa. Y, claro, nadie mantiene un registro del hecho de que hombres pasan sus vidas siendo cambiados cada 23 meses de un lugar a otro. ¿A quién le importa un montón de perdedores?

Los aspirantes a policías usaban viejos revólveres de seis balas colocados en cinturones de red pesados, los cuales tenían una plétora de otros instrumentos, todos diseñados para, en cierta forma, disipar su miseria sobre estar demasiado gordo o ser demasiado estúpido para terminar la Academia.
10 a 1 , todos usaban esas chapas falsas que se ven anunciados en la espalda de Soldier of Fortune (Soldado de Fortuna). Encajado en la pared de concreto se encontraba una caja grance de seguridad, la cual rápidamente recibía las pistolas y los atomizadores de gas lacrimógeno. El de calíbre 12 se quedó en el tablero, una omisión que pudo o no ser intencional. Ambos procedieron a subir unas pequeñas escaleras y golpearon a una puerta grande de metal, la cual rápidamente fue abierta. Desaparecieron al interior. No los volveríamos a ver nuevamente por más de una hora.

Eventualmente me dormí. No había alguna otra cosa que me distrajera, y me había aburrido de toda la plática. Como cualquier otro asunto, las tonterías tienen una densidad máxima, a la cual nos acercábamos con abandono imprudente. Dieciocho hombres, una van, una mezcla penal para la confluencia perfecta de estupidez. No podía pensar en nada que hubiera agregado a la era cultural intelectual de todos modos. No es implicar que no tengo una veta en mi personalidad para decir cosas tontas, porque ciertamente sí la tengo. Compro mi estupidez en contenedores de tamaño industrial en Sam´s, necesitando una carretilla elevadora para hacer mis compras. Pero mi versión de idiotéz es mucho menos imberbe y solamente apreciada de verdad por las personas del oficio. La pistola, y qué se podría hacer con ella, fue uno de los temas principales del hoyo conversacional negro, como pueden imaginarse.

Cuando regresaron los guardias, el sol se asomaba a través de una abertura en el techo de metal arriba de nosotros, creando un efecto tipo laser al lanzarse a través del polvo que flotaba en el aire. Ese es el truco en estos lugares: encontrar belleza en donde sea posible, porque no vas a recibir mucho de eso. El momento rápidamente se rompió por las órdenes gritadas de que desembarcáramos. Los CiviGénicos eran acompañados por varios carceleros, así como policías análogos vestidos con toda la vestimenta del condado orgulloso de Grimes, Texas. Uno por uno, fuimos removidos de la van, lo cual es considerablemente mucho más difícil que lo que se puedan imaginar cuando las piernas están encadenadas con las otras. Dos de nuestro grupo se cayeron, golpeando duramente el pavimento. Llegaría a ver ese mismo acto muchas veces a través de los años, y eventualmente llegaría a simbolizar, dentro de mi mente, la exaltación del cáncer que crece en las prisiones por todo este país: algún tipo de profundo y profundamente siniestro rechazo de la dignidad humana. Fuimos procesados de dos en dos, cada par siendo dirigidos a través de la enorme puerta de metal cada pocos minutos; el reverso del arca de Noé. En general quería haber hecho lo que Noé debería haber hecho y de plano no atinarle al arca.

Había dos de nosotros en la van con cargos de asesinato, y se nos puso juntos. El apodo del otro hombre era G-man o G-unit, o algun otro apodo tonto; Ya ni lo puedo recordar.


© Copyright 2009 por Thomas Bartlett Whitaker.
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