Saturday, November 21, 2009

Un Relato de Cinco Cárceles – Condado Polk IAH (Parte IV)

Noviembre 21, 2009 – Sábado

“…y te escucho hablar entre dientes
quedamente y como un lamento,
como si estuvieras cantando un réquiem:
“No puede ponerse peor,”
tú dices
“Tocamos fondo,”
tú dices.
“¡No hay más dónde ir que hacia arriba!”
tú dices.

Y yo me río de ti
por dentro.
Y lloro contigo
por dentro, simultáneamente, consciente de la contradicción.
Las desilusiones nacen de expectaciones.
Estás por caer,
Brazos sacudiendo para balancearte
Más duro-lejos-profundo
hacia el frío fraudulento mundo real
mas que lo que pudieras imaginarte.


Matthew Kharios “ Tú Dices”

Es una falsa ilusión, nuestra fuerza. En forma muy frecuente pensamos que nuestras posiciones en el mundo están seguras. ¿Y, por qué no? Es fácil asumir que mañana se comportará más o menos como hoy, lo cual se comportó muy similar a ayer. Te levantas. Tomas un baño de regadera, bebes una taza de guadiche. Escuchas a tus vecinos quejarse y gemir, mientras intentas poner atención a las noticias. Pero cada día no es igual. Algunos días te hacen sentir como rey. Algunos te quiebran a la mitad. Algunos días recibes Hamlet. Otros días recibes una obra burlesca. “No se trata de la elevación o la caída”, me gusta decirme a mí mismo, “lo que te define. “ Se trata de soltar la gloria temporal con gracia o el hecho de volverte a levantar lo que hace esto.

En resumidas cuentas, eso es lo que me gusta decirme a mí mismo.

La realidad: ninguno de nosotros somos tan nobles como nos gusta hacernos creer, y la verdadera naturaleza del mundo frecuentemente se nos escapa. Seguramente, todos somos cómplices voluntarios de su huída, pero ignoramos esto porque somos débiles. O flojos. O envidiosos. En algunos días no vale la pena levantarse de la cama. Bueno, cuando uno está en la cárcel, ningún día conviene levantarse de la cama, pero creo que entienden lo que quiero decir. Ese día, un miércoles, tuvo un comienzo bastante normal para mí: Regresé a la cocina alrededor de las 2:00 p.m., tomé una ducha, y me dormí. Goldilocks Man me despertó alrededor de las 8:00 p.m., como habíamos acordado. Hasta me quejé y gemí, como los demás, de ser despertado. Recuerdo haber comido – eran salchichas hurtadas y sopa Ramen lo que estaba en el menú esa noche. En cierto modo recuerdo haber escuchado el sonido de la trampa al final de A-ha abriéndose, aunque no le di importancia. Simplemente era uno de mil ruidos repetitivos que rápidamente se desvanecen dentro del entorno y son detectados solamente en forma parcial. Probablemente solo era un oficial haciendo su conteo, pensé, más interesado en mi cena que en el mundo fuera de mi jaula. (Uno de los primeros pasos mayores en convertirse en un institucionalizado, ahora comprendo.) Es un sonido curioso, cuando un cancel hace “pop”. Un sonido curioso que estaba por cambiar la vida de un amigo en forma tan completa que bien pudiera haber sido un disparo de pistola. En cierta forma lo fue, haciendo eco desde miles de millas de distancia.

Sin prisa caminé hacia la ventana, mi plato hondo en mano. En lugar del oficial esperado que camina en forma holgazana por el pasillo, vi una manada de guardias, todos caminando con expresión determinada en sus caras. En el centro del grupo caminaba un hombre vestido en ropas de mundo libre: el alcaide.

“¡Maldición, resgistro, registro, maldición!” gritó Boxcar Slim al verlos. Todos soltamos un suspiro de alivio cuando nos pasaron por alto, dirigiéndose hacia el tanque en frente del nuestro. Todos allí “agarraron sus literas” como se les ordenó, y la masa de Civigénicos en gris y negro entraron con rapidez. Confesaré, existe una cierta cantidad de schadenfreude (placer en el infortunio de otros) involucrado cuando observas que alguien más está por recibir el golpe, y no tú. Esto se terminó rápidamente cuando llamaron hacia adelante a Ray para hablar con el alcaide. Solo fueron necesarias unas cuantas oraciones de parte de este hombre para arrasar el mundo de Ray. Pasó un segundo que pareció como un millón de años, y la cara de Ray repentinamente se contorsionó en un rictus de dolor, y comenzó a gritar y llorar, aventando golpes hacia el alcaide. Los otros guardias con rapidéz se fueron sobre él, deteniéndolo, pero, también noté, sosteniéndolo para evitar que se cayera. Esto se me hizo muy raro, ya que la táctica estándar penal del equipo de extracción siempre involucra forzar al prisionero al piso a la velocidad máxima posible. Mi mente empezó a conectar los puntos, pero no deseaba viajar por el camino hacia donde me estaban dirigiendo. Todos estábamos paralizados, observando esto que pasaba, este descarrilamiento de tren, este drama inescapable. Ray siempre fue un cuanto distraído, y propenso a arrebatos emocionales los cuales casi nunca eran racionales, pero esto era algo diferente. Algo malo. Big C me volteó a ver y supo que ambos estábamos pensando la misma cosa.

El alcaide rápidamente se retiró, viéndose taciturno. Varios guardias se quedaron para observar mientras Ray empacaba sus escasas pertenencias, antes de escoltarlo por el pasillo. Ni siquiera se percató de los ocho de nosotros que lo observábamos desde las ventanas, nuestras manos sobre nuestros corazones. Estaba completamente perdido dentro de cualquier infierno que había ascendido de la tierra para envolverlo. Tan pronto se retiraron, Big C trató captar la atención de un amigo suyo en ese tanque. Se veían grises y alicaídos, como si a todos les acabaran de dar la noticia de que Ray había sido infectado por la plaga. Su amigo eventualmente notó a C agitando sus brazos, y levantó un pedazo de papel y rápidamente garabateó, en grandes letras de molde: “Hijo matado en Iraq. IED”

Todos caímos en silencio. La mayoría de nosotros simplemente nos quedamos sentados durante un rato, tratando de imaginar el dolor que debía estar pasando. Yo sabía lo que sentía un poco más que la mayoría, y me encerré un poco en mí mismo. Eventualmente decidimos orar por Ray, nuestras manos empuñadas y colocadas una encima de las otras, formando un gran círculo. Era todo lo que podíamos pensar hacer.

Nunca volví a ver a Ray. Eventualmente sí me topé con personas que habían estado encerrados con él a su regreso a Fort Bend. Estaba completamente quebrantado, casi no comía. No lo dejaron salir para el funeral, debido al hecho de que, como este era su tercer CBI (conduciendo bajo intoxicación), ahora era clasificado como un “delincuente peligroso”. Eventualmente aceptó los cargos de conducir borracho, y como buena medida, aceptó el cargo maldito de resistir arresto, el cual siempre fue su intención pelear. Creo que simplemente dejó de importarle, y el Asistente de Fiscal se percató de esto y le impuso todos los cargos extras que pudiera agregarle. Alguien me dijo que le dieron 15, otros, 20. Realmente no importaba. Podrían haber sido 1,000 años, debido a la forma en que terminó: Ray se colgó en su celda a finales del 2007, mientras cumplía su sentencia en una unidad de tránsito en las afueras de Huntsville. Esto muestra que la vida es más que nada una casa de naipes, y que todos nosotros estamos solo unas cuantas oraciones de la catástrofe.

Cada memoria está arrestada aquí. No puedo recordar mucho de lo que pasó el resto de ese día. Todo el equipo de cocina se encontraba alicaído. Todos nosotros, matones endurecidos (se supone), y sin embargo no existía un hombre allí que no se daba cuenta de que acabábamos de presenciar el fin de un ser humano-compañero, y nos dolíamos con él. Su hijo era todo para Ray. Me mantenía observando la estación de Ray, medio esperando verlo haciéndose el tonto con algún otro de los cocineros, incendiando las papas fritas de nuevo. Pero se había ido de nuestras vidas, y en su lugar se encontraba un hombre Mexicano obeso llamado El Sordo, el cual conocía lo suficiente en cuanto a los alimentos para nunca incendiar nada. La muerte tiene forma de pulir tu vida. Todas aquellas tonterías pequeñas a la que uno le acreditaba importancia con rapidéz son erosionadas. Mis tres mejores amigos cuando era niño murieron, dos de ellos el mismo día, a cientos de millas de separación. El piso se sume, y después de que topas con lo que piensas es el fondo, la escalada nunca te regresa al punto de elevación al que acostumbrabas llamar hogar. Claro, amontonas otras cosas dentro del hoyo en forma de una persona que antes tenía importancia para ti, pero nunca se llena. Para algunos de nosotros, al contrario, el hoyo mismo empieza a llenarnos.

En retrospectiva, todos estábamos tensos. Ese es un lugar peligroso para vivir, y siempre he pensado que también es poco honrado. O toma un paso atrás y deja de fingir, o sigue adelante y lanzate sobre el borde. (Un hecho que fue, en forma bastante literal, atestiguado por un comentador de mi vida pasada al final de este artículo.) El grupo de nosotros que jugaba frontenis de mano durante recreación apenas hablábamos durante algunos días, simplemente aventando la bola hacia el otro como si el hecho podía disipar en forma catártica lo que habíamos presenciado.

Fue durante uno de los descansos de esos juegos que me di cuenta de qué tan cobarde aún podía ser, y más de lo que quisiera saber en relación a lo inconstante y relativa que es la naturaleza de la moralidad.

Este patio de recreación, al igual que todos los demás que he visto, estaba dividido en bandos. No requiere de mucho tiempo para dividirse en esta forma, las piezas pareciendo caer en su lugar casi inmediatamente. La cancha de frontenis de mano era principalmente ocupada por los trabajadores de la cocina y era la única zona verdadera en donde las razas se mezclaban. El área junto a las ventanas de la pared norte era el lugar de reunión de seis o siete delincuentes sexuales (todos de raza blanca). Una vez que habían reclamado este deporte, nadie más quería estar cerca de ellos, aún cuando este era el único lugar de donde se podía ver el otro patio de recreación, el cual usualmente era ocupado por las hembras encarceladas por el Mariscal de los Estados Unidos. (esta era la razón por lo que estos despreciables tipos escogieron este lugar en primera instancia). Un grupo de supremacistas blancos se apoderaron de la cancha por la pared del sur, junto a los baños. La mayoría de los Mexicanos se sentaban junto a la pared este, platicando. Como si estuvieran actuando algún tipo de obediencia al imperio de los bandos, los Afro-americanos reclamaron las canchas de basquetbol. Claro, existía algo de mezcla de bandos, pero estas divisiones se mantenían bastante firmes.

Mi equipo de cuatro estaba tomando un descanso del juego de frontenis de mano mientras que varios de nosotros, los que éramos menos coordinados, simplemente tonteábamos. Debería haberme dado cuenta que venía, pero no estaba poniendo atención. Space City estaba practicando uno de sus servicios, hablando tonteras a un oponente imaginario, cuando realmente le pegó duro en uno de ellos. La pelota botó incontrolablemente de la pared, y rodó por todo el patio hasta llegar a ponerse en medio de un juego de basquetbol de la calle fieramente conectado. Esto no se parece para nada a lo que verían en el NBA. No existe el juego sucio. Uno de los jugadores pisó la pelota y se tropezó, cayendo al piso, fuertemente. Estando en el piso, alguien tomó un clavado sobre él. El hombre caído, un gorilón llamado Razo (al cual le gustaba llamarse “silverback” (espalda de plata) y efectuaba ruidos de gorila), se levantó de un salto, impugnando el juego. A continuación se presentó un pleito fiero, completo con muchos empujones y aventones. Si las cosas simplemente se hubieran quedado como estaban, es probable que los dos hubieran peleado, y la pelota hubiera sido completamente olvidada como el verdadero casus belli. Pero Space, siendo Space, no percibió el peligro de la situación, y corrió directamente a la refriega, agarrando la pelota del piso. Esto fue como dejar caer al puerco en el tanque del tiburón. Inmediatamente todos giraron sus ojos de estar viendo a los combatientes, y perforaron a Space con su mirada.

Aún entonces, Space hubiera podido salir de toda esta situación sin ser vituperado, si simplemente hubiera pedido disculpas. Para este tiempo, los demás de nosotros nos habíamos parado y empezamos a caminar hacia el área de basquetbol. Solo habían pasado unos cuantos segundos desde que la pelota ofensora había causado que Razo mordiera el pavimento, pero ya todos sabían que algo estaba por pasar. Aún los guardias lo sabían, porque varios de ellos se acercaron a las ventanas a prueba de balas para observar. Desconozco lo que se le dijo a Space – aún estaba demasiado lejos – pero sí me percaté de su respuesta: “Tengo tanto derecho como tú de estar aquí, maldito.” Tan pronto estas palabras salieron de su boca, era un hecho consumado. Me lancé hacia adelante, pensando (irracionalmente) que si les llegaba por un lado, tal vez no me verían llegar. No tomé ni medio paso antes que los brazos de Big C se encontraron envolviéndome con fuerza. Intenté quitármelo de encima, pero con facilidad era mayor que yo en peso por 75 libras por lo menos. Logré colocar mi brazo alrededor de él y apreté fuertemente el nervio que queda por dentro de su muñeca izquierda, haciéndolo maldecir y soltarme con ese brazo, pero me sostuvo con más fuerza con su brazo derecho. Mientras era sujetado por su abrazo, podía ver el primer golpe caer en la mejilla izquierda de Space, y se tambaleó hacia atrás. Intentó mantenerse parado, pero Razo le atestó varios golpes rápidos a sus riñones y estómago, y Space se fue al piso.

“¡Deja de oponer resistencia, tonto!” C siseó en mi oído. Estaba agitando su brazo izquierdo, tratando de recobrar algo de sensibilidad en él después de que activé todos los puntos de presión. “¡Maldición! ¡Eso dolió! Esto es la prisión. Space obró mal, y tiene que pagar. Están dándole lo merecido, uno con uno, como debe ser. El que tú vayas a rescatarlo no le va a hacer ningún bien. Tiene que aprender que esto no es ningún juego. Y para nada te va a beneficiar ser golpeado injustamente. No puedes salvar a nadie mas que a ti mismo.”

No pude hacer nada más que observar mientras que Razo daba un salto sobre la cara de Space, dejándose caer sobre su torax, sus piernas a ambos lados de su cuerpo. Se sentó sobre él, aventando golpes malvados a su cara, mientras que
Space intentaba proteger su cabeza y su cuello, sus esfuerzos haciéndose más débiles con cada golpe exitoso. Volteé a ver hacia las ventanas, y vi que por lo menos diez guardias se habían congregado para observar la pelea. Mi enojo se multiplicó al verlos riéndose. ¡Bastardos! Hubieran podido parar esto en cualquier momento, pero se quedaron allí, apostando, mientras que otro rocío de carmesí pintaba el concreto.

Finalmente se pusieron en el altavoz y soltaron un ruido como de succión en tono de timbre alto, que, cualquiera con oídos, sabría lo que significaba: al piso. C me soltó y todos nos pusimos sobre nuestros estómagos, las caras presionadas contra el concreto, con nuestras manos cubriendo las cabezas. El equipo entró fuerte, protegiendo a un solo enfermero, quién dio la órden de que Space fuera puesto sobre una camilla en espera. En menos de cuatro minutos, el juego de basquetbol estaba en plena marcha de nuevo, menos Razo, el cual fue mandado a seg (segregados). Me tomó solo un poco más de tiempo absorber lo que acababa de presenciar. No lavaron la sangre del concreto. A lo que yo sé, pudiera seguir allí a este día.

Me odié completa y totalmente por haberme quedado allí parado, por no pelear contra C con más fuerza de lo que había ejercido. Él también lo sabía, y me dejó a mis pensamientos, murmullando algo sobre él mismo darme una golpiza por haber amolado su muñeca. Anteriormente creía que lo correcto era correcto, y lo incorrecto era incorrecto: que existía un tipo de ideal platónico para Lo Correcto y Lo Incorrecto. O, para ser más exacto, esto era lo que yo quería creer. Sin embargo, mi mundo no es el mundo de ustedes. En el mundo de ustedes, si vieran que estaban dándole a un hombre una golpiza sin misericordia, tendrían algunas opciones: llamar a la policía, rescatarlo, correr como cobardes. Las reglas para ustedes son diferentes. Más bonitas. Más suaves. Ahora sé que lo que C me dijo era verdad: en la prisión, el lograr pelear a alguien uno contra uno es un lujo; una señal de respeto. Fácilmente hubieran podido caer sobre él como una marea, pero no lo hicieron. Space se fastidió por decir que tenía derecho a la cancha en la que ellos estaban jugando. Era como una invasión. La prisión no es un juego, y el que Space tuviera cirugía menor reconstructiva de su cara pudo haberle salvado mucho dolor y miseria en el futuro, al enseñarle cual era su lugar en la cadena alimenticia. Raramente verían un evento de estos pasar en el mundo de ustedes: permitir que le dieran una paliza a alguien, no sería considerado como una experiencia de aprendizaje. Y mientras que ustedes pueden llamar a la policía, para nosotros, la policía es generalmente parte del problema. No podemos correr: ¿a dónde correríamos? Lo único que podemos hacer es sentarnos y observar, y odiarnos por no ser más fuertes, por haber tomado las decisiones que, para empezar, nos pusieron en este lugar. En el mundo de ustedes, la decisión moral sería hacer algo. En el mío, la decisión moral fue hacer nada. En realidad no les tiene que gustar este hecho, pero todos aprendemos que mejor lo aceptamos o la prisión nos volverá locos. O rápidamente nos encontraremos como el que está protegiendo su cara de la lluvia de golpes. Uno llega a la prisión solo, y en el final, uno es el que mantendrá cuidando su espalda durante mucho tiempo.

Me volví un cuanto entumecido después de eso. Seguí trabajando todavía con ahínco, pero simplemente hacía las cosas como robot. Eventualmente, Andy me subió de puesto a ser su asistente de tiempo completo, una posición que inventó para mí. En las tardes, limpiaba las oficinas principales en el frente del edificio, un área en que los prisioneros nunca eran permitidos estar. Me sentía raro ser el único allí mientras hacía esto. ¿No sabían cuál era mi cargo penal? Se sentía bien ser confiado en esta forma, y siempre me aseguraba hacer bien mi trabajo. Vaciaba los basureros, aspiraba la alfombra de la oficina, trapeaba los pisos de linóleo, limpiaba la cafetera (y no, aún no sé que le pasó a todas esos paquetes de Café Maxwell que estaban en el almacén…), y sacudía todos los gabinetes y cuadros en la pared. IAH tenía un espantoso gusto para la decoración, típico de tales lugares. En la pared tenían una gran bandera Americana en un estuche con vidrio, el cual tenía las palabras del Himno Nacional de los Estados Unidos escritos sobre las rayas blancas de la bandera. Las últimas líneas de esa canción dicen: “Oye, ¿esa bandera con lentejuelas de estrellas aún ondea/ sobre la tierra del libre, y el hogar del valiente?” Siempre pensaba que era una selección rara para decorar la pared de una prisión. Aún más raro, nunca antes había notado que esta última pregunta en la canción nunca es contestada. Durante este tiempo aún estábamos en medio del imperio Neofascista, con sabor a Jesus, de George Washington, y tengo la sospecha que Francis Scott estaría desilusionado al saber que la pregunta se dirigía hacia lo negativo.

Una tarde, estaba lavando las ventanas que se encontraban del lado del estacionamiento de los empleados. Estaba perdido en mis pensamientos, que es lo que típicamente pasa cuando tienes que lavar yardas y yardas de vidrio. Seguía manteniendo mi mirada fija en la distancia, donde una unidad mucho más grande bordeaba el terreno en el cual se asentaba IAH. Este complejo era inmenso y estaba delineado con altas torres de guardias y millas sobre millas de alambrado de púas. Al pasar uno de los guardias en camino a los baños de empleados, pregunté: “Perdón, jefe, ¿Qué unidad es esa?” Pausó un momento y contestó: “Antes se llamaba la Unidad Terrell, hasta unos pocos años atrás. Después le dieron el nombre de Polunsky.”

“¿Por qué le cambiaron el nombre?”

“Oh, es porque pusieron el Pabellón de los Condenados a Muerte en ese lugar, y la familia Terrell no quería que su nombre se relacionara a eso. Allen Polunsky era un caso duro en el consejo de la prisión, y dijo que se sentiría honrado si le ponían su nombre. Yo trabajo allí medio tiempo. Es un verdadero infierno. No quieres llegar a estar allí…”

Regresé a lavar las ventanas, observando lo que sospeché sería mi futuro hogar. Años después, mientras salía hacia uno de mis muchos viajes al hospital en Galveston, frecuentemente observaba el complejo IAH, dirigiendo mi mirada exactamente hacia las ventanas que solía lavar. Me pregunto si el que ahora las limpia lo hace con tanto ahínco como lo hacía yo. Cuánta diferencia hace unos cuantos cientos de yardas.

Unas pocas semanas después, todos nosotros que estábamos en A-24 fuimos regresados a Limestone. Todos nos entristecimos por el hecho de que nuestros días de trabajo se habían acabado y que todos íbamos de nuevo a tal pozo negro. Es más o menos costumbre que los convictos dejen sus nombres y un mensaje en la pared, para mostrar que en alguna ocasión existieron. No había hecho esto en mi celda en Fort Bend, pero abracé la práctica en mi primer viaje a Limestone. En esta ocasión, no sabía que escribir. Sentía como que había caído en un pozo en las últimas semanas, y no podía motivar suficiente preocupación dentro de mí para que me importara algo tan trivial. Decidí por una cita de Carl Gustav Jung (escribiendo como Basilides) lo cual resumió lo que yo estaba sintiendo en ese momento exacto:

“En la noche se pararon los muertos
a lo largo de la pared y lloraron:
Tendríamos conocimiento de Dios
¿Dónde está Dios?
¿Está muerto Dios?


Aún no he logrado contestar esa pregunta tampoco.



Algunos temas misceláneos dispersos:

Bienvenidos al Siglo 21, CDT (Centro de Detención de Texas)

Algo de buenas noticias, para variar: La compañía JPAY ha instituido un sistema en donde los individuos del mundo libre pueden escribir correos electrónicos directamente a prisioneros en CDT. Estos correos electrónicos se deben entregar dentro de 48 horas. Desafortunadamente, esta es una vía de un solo sentido, así que no esperen recibir correos electrónicos en respuesta a ustedes, pero sí ayuda a aminorar el tiempo que toma para que nos llegue un mensaje. Esto es particularmente ventajoso, porque debido a nuevas políticas, instituidas en los últimos meses, aún mayor cantidad de nuestra correspondencia se está perdiendo. (Si están teniendo problema con cualquiera de sus amigos por correspondencia en CDT, les animo a que pongan una queja con el defensor del pueblo del Departamento de Justicia Criminal de Texas, al que pueden escribir a esta dirección: ombudsman@tdci.state.tx.us ) Si no han sabido de mí por algún tiempo, intenten usar el correo electrónico.

También tengo entendido que al presente existe algún tipo de huelga de correos en la Feliz Vieja Inglaterra. Me imagino que esta es la razón por la que no he recibido cartas de ninguno de ustedes los Británicos durante un tiempo (DM, DW, R&D, etc. etc.). Puede ser que esto sea una buena cosa a probar para ustedes también. He usado JPAY en muchas ocasiones para transferir fondos a mi cuenta de gastos de tiendita, así que tengo mucha confianza en sus prácticas de negocios. Pueden conocer más sobre el sistema de correo electrónico en www.jpay.com


Escrito Conciliatorio

Sé que algunos de ustedes, lectores, son representantes de otros hombres aquí en el Pabellón de Condenados a Muerte. Con interés de conseguir que todos aumentemos nuestro juego un poco, esta es la forma de escribir un Paso 1. Siéntate, Ubu, siéntate. Ahora, ¡date la vuelta! (Pongan especial atención a las fechas en la segunda página: noten cuándo presenté el Paso 1, y cuándo me cambiaron. ¡Hecho!)


Revisen el Mapa
Por Steve Kowit

Tomemos todos una profunda respiración y repitan después de mí: Denle oportunidad a la guerra. Este es Afghanistan de la que hablamos. Revisen el mapa. Queda muy lejos,-
Thomas Friedman


Pero qué pasa si mañana, al dar vuelta a la esquina, no es aquella calle
con esas casas elegantes de dos pisos y esos jardines lujosos,
sino una destripada confusión de marcos de puertas vacíos y ruinas
de lo que en una vez fueron paredes. Por encima, los chillidos
de B-52s clavándose por las nubes. Una asfixiante bruma
por la cual puedes ver a mujeres vestidas con burkas, hincadas,
escarbando para sacar sus muertos de debajo de los escombros. Dos cuadras
de casa, y de repente es Kandahar, el Valle Kapisa,
Mazar-I-Sharif. Esa centella de venganza
la cual te producía placer ver en la televisión.
Pero eres tú el que no puede dejar de toser, cuya boca
cae abierta en terror, cuyos ojos escocen
en ese humo acre: tú, que te encuentras corriendo para cubrirte, temblando,
abrazando las sombras. Hasta que por fin logras, en alguna forma,
encontrar tu regreso a casa: ese acogedor pequeño dúplex
con su ingeniosa calcomanía de bandera pegada en la ventana sobre la puerta.
Aún temblando, logras meter la llave en el cerrojo
y caes en tu silla favorita, aunque pasan horas antes
que tu corazón deja de palpitar con fuerza dentro de tu pecho
y logras respirar, que ya no hay más arcadas sobre el
escusado, hasta que te has calmado y haces todo lo posible por convencerte
que debió haber sido algún tipo de vértigo, convulsión, sueño
delirioso. Pero ahora – gracias al Buen Dios – has
despertado por fin y está más o menos claro de quién
eres, dónde vives, qué es lo que debes creer.



Día de Conmemoración a los Caídos
Por Steve Kowit

Debido a que nuestros hijos adoran sus lanzamisiles de plástico,
bazookas del espacio electrónicos, morteros de neutrones,
dentro de una década más, no será difícil
engañarlos a ponerse unas botas de combate
y vestimenta militar de camuflaje,
despertarlos con un frenesí de desfiles, la embriagadora
retórica del país, camaradería y Dios,
el tambor, el clarín, y el repentino
estruendo del cañón mientras marchan
hacia el Infierno cantando.
¿Cuál es el orden de las cosas?
Obedientes a una falla, las personas harán como que se les indica.
Sin embargo, abatidos por la profunda pena en las tumbas
de sus caídos, la madre regresa por fin a su telar,
el padre a su torno,
y la inconsolable viuda a casa a criar a sus hijos
fervientes para su próximo baño sangriento imperial;
Ilium. Thermopylae. Verdun. Pork Chop Hill.


© Copyright 2009 por Thomas Bartlett Whitaker.
Todos los derechos reservados

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