Saturday, April 28, 2012

Ninguna Misericordia para los Perros Parte 2

Esta historia originalmente apareció en Bay Area Butchers

La parte I se puede ver AQUÍ

Lo que las personas creen ser real es real en sus consecuencias.  Este fue el axioma que me mantuve repitiendo a mi mismo, mientras que El Martillo guiaba a su hijo y a mí fuera del estacionamiento.  En alguna parte muy profunda dentro de mí, las fallas geológicas se estaban colapsando y los continentes moviéndose.  Prácticamente, por la mayor parte, había estado caminando como sonámbulo día tras día durante los últimos seis meses, evitando cualquier espejo posible, especialmente de la variedad humana.  En algún lado, debajo esta densa capa de adormecido gris, los cláxones estaban dando rienda suelta dentro de mi hipotálamo, señales de peligro intentando derrocar mi inanición y forjar camino entre la niebla para advertirme de mi peligro.  Este estire y afloje interno me estaba ocasionando  sacudidas de estados de extremo letargo y fatalismo a unos de ansiedad severa, la falta de estabilidad misma siendo un factor agravante que contribuía a mi desorientación.  Sabía muy bien que me había dejado caer directamente dentro de la boca del león, y no sería la última vez en que me preguntaría cómo fue que Rudy me había logrado convencer a tomar este desquiciado viaje.

Una (gran) parte de mí sentía que ser triturado era precisamente lo que merecía, mientras que otra intentaba motivarme a buscar alguna estrategia de salida que no tuviera que ver con una tumba superficial rápidamente excavada en el desierto anónimo.  Lo mejor que pudiera esperar, recuerdo haber pensado, es intentar dar la apariencia de peligroso – hasta loco – y esperar que este acto sería convincente.  La mímica Batesiana es una defensa pobre cuando el depredador en la ecuación es un jugador serio en una operación verticalmente integrada de multi-drogas, pero había estado huyendo ya por tanto tiempo con tanque vacío que era todo lo que me venía a la mente.  Los ojos de El Martillo eran como autobiografías duras, y no había parpadeado una sola vez durante nuestra reunión, un comportamiento clásico de hombre-Alfa [dominante].  Desenfocar los ojos para poder mirar fijo a distancia media es un viejo truco que yo bien conocía, y aun en mi estado de colapso sentía que podía lograrlo.  El resultado es que no solo no quieres parpadear, tus ojos en cierta forma se ven como sin luz o muerto; como esos de un pescado.  Durante muchas semanas no sabría que tan desconcertado se había sentido El  Martillo.

En el estacionamiento, fui presentado al chofer del papá, un bloque de hombre de 350 libras llamado Smiley [Sonriente]. Siempre me molestaban un poco  las personas que cargan adjetivos en vez de nombres propios, pero decidí que tendríamos un debate sobre tendencias de nomenclaturas otro día.  Como, digamos, cuando tuviera un óbus [arma corta] a la mano.  Rudy abrió la cajuela de su carro y sacó mi mochila.

“O.K., mira, el Smiley va a llevarte por algunos caminos alternos, unos usados por los coyotes para pasar por contrabando a imigrantes.  Nadie te va a cuestionar allí, ¿O.K.?  Yo iré con mi papá y nos veremos esta noche en Cerralvo, ¿o.k.?”

Escaneé la situación, no gustándome mucho.  Pero este era e proverbial terreno medio  entre las piedras y lugares duros, y si llegaba al punto de que me tuviera que enfrentar con la muerte a manos de un Neandertal  con nombre equivocado en medio de la nada, lo pelearía, pero nunca discutiría que era menos de lo que yo merecía.

“¿Por qué le dicen Smiley?” pregunté, tratando de hacer tiempo.  El hombre se veía singularmente incapaz de tener alguna expresión facial más allá de una amenazante mirada fulminante, de la cual parecía tener una selección expansiva.  Escuchando su nombre, el  mastodonte entrecerró sus ojos, mirándome.  Parecían velas apagadas.

“Porque,” contestó Papá Ramos, en un inglés con pesado acento, un lenguaje que se suponía no sabía hablar, “cuando degolla, el hoyo parece una sonrisa de oreja a oreja.”

Con la mirada fija en él, la totalidad de la escena me abrumó.  ¿Cómo fue que mi vida llegó hasta esto?  Las presiones de 24 años de una vida vivida pobremente y sin razón me comprimieron, y sentí a una sola vez, que el poco convincente asirme con uñas enterradas a  la cordura que me había sostenido desde el 10 de Diciembre, había empezado a deslizarse.  No estoy hecho para llorar; la última ocasión en que vertí lágrimas por mi persona probablemente sucedió cuando tenía 4 o 5 años.  En vez de esto, mi cerebro que iba espiral hacia la muerte decidió por la segunda mejor opción.

Empecé a reír.

Ninguna parte de esta situación era chistosa de ninguna forma, pero no podía parar.  La desesperación, esperanza y un deseo de salvación chocaron violentamente en mi parte medular, y me sentí nauseado por lo absurdo del contexto, por este cabecilla de narcotraficantes chaparro y su exagerado y cómico guarura que aparentemente era un asesino; por el hijo idiota que estaba tan obviamente desesperado para ser una muñeca babushka de la misma serie que su papá, con tal de obtener los afectos de un hombre aparentemente incapaz de tal cosa, y el hecho que de alguna forma – inexplicablemente, me parecía en ese tiempo – yo era el centro alrededor del cual todos estos rayos torcidos giraban.  Finalmente, finalmente, entendí lo que el personaje de Camus, Meursault, quiso decir cuando concluyó L’Etranger con estas palabras:  Pour que tout soit consomme, pour que je me sente moins seul, il me restait a souhaiter q’il y ait beaucoup de spectateurs le jour de mon execution et qu’ils m’accueillent avec des cris de haine (Para que todos sean consumidos, a causa de eso me siento menos solo, tenía la esperanza de que hubiera muchos espectadores en el día de mi ejecución y que me recibieran con llantos de odio).

Una parte de mí tuvo que haber sabido que los otros me estaban mirando fijamente, y cuando parpadeé para sacar las lágrimas de mis ojos, la boca de Rudy estaba boquiabierta y me estaba mirando como nunca me había antes mirado (en verdad, no lo había hecho).  Este hecho me divirtió aún más, y podía sentir otra cadena de risa burbujeando dentro de mi pecho.  Al diablo, pensé.  Mors certa, vita incerta.  Le di un manotazo al hombro de Rudy, y levanté mi bolsón y mochila, aventándolos sobre mi hombro. Aun riéndome, saludé con la cabeza a El Martillo y grité a Smiley una de mis órdenes en español que sabía: “¡Vamanos!” Mientras guardaba mi bolsón en la parte de atrás del Ford F-350 de los 80s que sería mi transporte, atrapé a Smiley mirando de mí a Papá Ramos y de regreso a mí.  Si no supiera mejor, hubiera pensado que el gorila se veía…preocupado.

El momento pasó tan pronto cerré la puerta del pasajero de la camioneta, algún switch traicionero siendo colocado en posición de apagado.  Me sentía drenado, como si estuviera descendiendo dentro de mí desde una gran distancia.  Intenté tomar respiraciones profundas, enfocándome en una estructura abandonada en la distancia, a medio terminar y pudriéndose.  Se veía tan atacado por arena como yo me sentía, y me limpié las lágrimas de la cara antes que Smiley pudiera abrir la puerta del conductor.  La camioneta  se tambaleó hacia la izquierda mientras él se lanzaba dentro de la cabina, su panza tocando el volante mientras hacía el intento de ponerse cómodo.  A su crédito, no malgastó tiempo intentando entenderme.  Pronto aprendería que todos los hombres de Papá eran así, totalmente entregados a sus funciones.

La carretera (si caritativamente se le puede llamar así) que se dirigía hacia las montañas se encontraba en un estado deplorable.  En varias ocasiones, rodeamos hoyos en el pavimento lo suficientemente grandes para haber tragado una troca de carga de 18 llantas.  Seguía revisando mi reloj, intentando adivinar los eventos que se estaban desenlazando en Houston,  compitiendo en contra de mi memoria, uno empujándome hacia adelante, el otro jalándome hacia atrás.  Solo en retrospección  me doy cuenta qué tan cerca estuve a volverme totalmente loco.  Si hubo algo que me salvó, me puso los pies en la tierra, fue el paisaje, el cual se empezó a abrir al ir dejando la ciudad atrás de nosotros. El asfalto rápidamente se convirtió en grava, y esto nuevamente se transformó en tierra cuando dejamos la carretera principal para tomar lo que parecía un camino para chivos.  Habían cientos – si no miles – de estos caminos saliendo como capilares durante la última media hora, y no tengo idea cómo Smiley supo cuál tomar.  Pronto pasamos un inmenso rebaño de varios cientos de chivos blancos y cafés, y Smiley saludó con la mano y le gritó a un hombre anciano que estaba cuidándolos.  El anciano no respondió.

En The Laberynth of Solitude [Laberinto de Soledad], el escritor de Premio Nobel y poeta, Octavio Paz, describió sus paisanos como reservados,  no afectivos,  y a la defensiva.  Mientras que eventualmente llegaría a estar en desacuerdo con esta evaluación, parecía haber acertado con Smiley, el cual aparentaba tener poco deseo de llevar a cabo una conversación.  Eso estaba bien conmigo, y me enfoqué en ver el paisaje.  Antes de que pasara mucho tiempo, las faldas de las montañas se empezaron a convertir en verdaderas montañas, los caminos tornándose más peligrosos.  En un momento, mi chofer metió su mano bajo el panel del carro, y me tensé, mi mano derecha rápidamente dirigiéndose hacia mi muñeca izquierda, en la que mi manga Oxford cubría mi navaja.  Él presintió esto y se congeló, su mano levantándose en la posición universalmente entendida de “espera”.  Bajó la velocidad de la camioneta, y eventualmente se detuvo.  Lo observé cuidadosamente, y colocó su mano enfrente de su cara, pretendiendo hablar por radio.  Señalé hacia el panel del carro, inquisitivamente.  Afirmó con la cabeza, y le di la señal de que podía proceder.  Lo que sacó fue, en realidad, un radio, pero uno que anteriormente jamás había visto.  La camioneta en la que viajábamos era solamente unos cuantos años menor que yo, pero esta cosa era totalmente nueva, con una pantalla digital, plano y en acabado negro mate, y una antena en forma rara de considerable grosor.  Lo prendió, y apareció un despliegue de luz roja, las palabras “Código de Acceso” destellando en la pantalla en una tipografía tipo militar.  Smiley rápidamente tecleó: -273.150, y me reí, en esta ocasión en forma menos loca y tal vez una versión más genuina que el de mi arrebato previo.

“Zero, right?” Mi mente se debatió durante un momento, buscando el término correcto. “Eh…el cero absoluto, ¿no?”

La bestia realmente sonrió, una cosa curiosamente cautivadora en toda verdad, y asintió con la cabeza.  A continuación apuntó inquisitivamente hacia mi muñeca izquierda.  Lo pensé un segundo, y rápidamente activé el Halo, su navaja negra saliendo de latigazo como una muerte silenciosa.

Gritó en admiración.  “Está a toda madre ese jalecito.”  No entendí completamente las palabras, pero entendí lo que quiso decir.

Después de nuestra breve experiencia psicótica de vinculación de lazos afectivos, Smiley siguió adelante.  En varios puntos del viaje, tecleaba cierta frecuencia en el radio, la cual respondía con una larga cadena de notaciones hexadecimales, finalmente leyendo “sincronizando” en la pantalla.  Después de que apareció una luz azul, él decía algunas pocas palabras, y esperaba a que desapareciera el ícono de “transmisión”.  Dentro de 30 segundos, llegaba una respuesta.  En cada ocasión, otra línea de código hex aparecía en la pantalla, eventualmente cambiándose a “nuevo espectro localizado”.  Después de ver esto por primera vez, supe exactamente qué era lo que estaba observando: un radio de salto de frecuencia de amplio espectro.  Se supone que solo la militar debe tener estas cosas, y sospechaba que – en las hojas de cálculo, por lo menos – solo los tenían los militares.

En una ocasión, la respuesta de quién estuviera por allá afuera fue más larga de lo común, y Smiley rápidamente pisó el acelerador de la camioneta, aventando grava por detrás.  Después de algunos minutos de curvas cerradas tentando al destino, entramos rápidamente por un pequeño cancel y nos estacionamos junto a una casa de bloque de rancho.  Smiley afirmó con la cabeza y salimos de la camioneta, pasando el edificio hacia un camino que eventualmente llevó a un precipicio de escarpado pique.  El valle debajo de nosotros se veía por kilómetros, una interminable vista de millones de tonos en café, interrumpidos solamente por grupos de árboles de mesquite.  No podía descifrar por qué Smiley estaba tan absorto en la vista, hasta que gruñó y apuntó.  A 4 o 5 kilómetros de distancia, un camino de polvo salía de un gran valle.  Para crear tal nube, sabía que se requería de muchos vehículos, tal vez tantos como 15 o 20.  Cuando miré inquisitivamente a mi guía, hizo mímica de una marcha de ejército, elevando su rifle hacia su hombro.  Terminó esta actuación improvisada con un saludo brioso.

“¿Militar?”

“Sí, el maldito ejercito.”  Algo claramente derogatorio fue agregado a su comentario, porque concluyó su discurso cogiendo su entrepierna y escupiendo en dirección a ellos.

El episodio me dio mucho que pensar.  Estas personas vestidas como campesinos.  Conducían vehículos viejos, aunque funcionales. Y sin embargo, tenían acceso a equipo de espectro milimétrico y una porción completa del noroeste de México poblado con observadores al punto de poder detectar y evadir patrullajes militares al azar.  La fuerza generalmente es dependiente de la debilidad de otras personas, pero empecé a sospechar que este dicho no aplicaba a El Martillo o su gente.

Después de una espera de 20 minutos, nos dirigimos de regreso a la camioneta y continuamos con nuestro viaje.  Nos tomó cerca de 4 horas para llegar a otra carretera, la cual rápidamente nos llevó a la ciudad de Cerralvo, Nuevo León.  Viajamos por las afueras de la ciudad, y nuevamente nos adentramos en las montañas.  Eventualmente, Smiley se acercó a una cerca de malla de alambre, y me señaló con la cabeza hacia una estructura gris a la distancia.

“You. Home.” [Tú.  Casa.]

Asentí con la cabeza y salí de la camioneta.  Lanzando mi mochila por la orilla de la caja de la camioneta, miré a mi alrededor.  Smiley no perdió tiempo en salir velozmente en la camioneta, dejando una nube de polvo en lugar de una despedida.  El sol se había puesto, y mi nuevo lugar de residencia estaba bañado con un enervado tipo de luz, produciendo más sombras que las que se pueden definir.  La única estructura parecía ser algún tipo de establo, una observación confirmada por el olor de animales de granja que entraba a bocanadas con la brisa.  Conocía aún menos de animales que lo que conocía del lenguaje español, pero realmente no había más que seguir adelante.   Re-acomodando mi bolsón  sobre mi hombro, trepé la cerca de malla, y me dejé caer en las sombras.

…para ser continuado… 



© Copyright 2012 por Thomas Bartlett Whitaker.
Todos los derechos reservados

Sunday, April 8, 2012

Ninguna Misericordia para los Perros Parte I

Escrito por Thomas Bartlett Whitaker

Esta historia originalmente apareció en Bay Area Butchers

La siguiente es una historia verídica….

Aproximadamente a 300 kilómetros al norte de la narco-Meca de Culiacán se tiende la porción de la Sierra Tarahumara conocida como Las Barrancas del Cobre.  El terreno es un encolerizado corte de cañones  de matiz ocre, algunos de ellos siendo significativamente más profundos que el Gran Cañón en Arizona. Siendo alguna vez una vasta fuente de riqueza de cobre, la tierra se ha revertido en un basurero árido, la hegemonía  del nuevamente triunfante sol.  Cualquier persona que sea tan tonta para adentrarse sin ser invitado, rápidamente aprende la regla del día: estiva o muérete.  Los únicos residentes de esta tierra son los Raramuri, o “las personas que corren”. En su lenguaje, la palabra que usan para cualquiera que no forma parte de las ocho tribus se traduce a una “persona con telaraña atravesando su cara”.  Ellos creen que el hombre tiene tres almas y la mujer cuatro, y que cuando uno de los suyos muere se convierten en estrellas en el cielo.  Cuentan una leyenda, tan antigua como cualquiera en una tierra embarazada con mitos antiguos, de los días oscuros en que los viejos dioses eran expulsados de Tenochtitlán por el Nazareno y sus caballos fabricados en metal por mano de hombre.  Después de andar vagando durante ocho años, su vuelo los llevó a las Barrancas del Cobre, en dónde le hicieron su ofrecimiento final a la Gran Madre Tierra: en vez de nutrir y cuidar la tierra en forma de espíritu, ellos se convertirían en seres humanos y la cuidarían con su sudor y sangre, hasta que la era terminara y la hora de correr llegara a su fin.  Eligieron caer, para trillar la tierra y convertirse en ella, y después ascender al cielo nuevamente cuando el tiempo de las pruebas terminara.  Para los Raramuri, la diferencia entre hombres y dioses es más pequeña que un grano de arena; más silencioso que un susurro.  Para los Raramuri, uno no puede realmente existir hasta que uno ha caído.

Esperé ver torres de vigilancia con gente armada. Perros aullando. Murallas imponentes de concreto estrechadas interminablemente hacia el horizonte, un testamento a todo lo que divide al ser humano de sí mismo.  Esperaba ver 1984.  Lo que me recibió fue un semáforo.  En teoría, el puente está compuesto por dos mitades.   Primero uno pasa por el punto de revisión Americana, en dónde un semáforo envejeciendo y ligeramente oxidado determina al azar cuáles carros serán revisados.  La luz roja indica que hay que contestar preguntas.  La verde, pásele Ud.  Rudy y yo habíamos estado observando el puente durante los últimos quince minutos desde la terraza de un apartamento de departamentos abandonado, y aún nos faltaba ver el parpadeo de la luz roja.  Hasta donde podíamos ver, los tres Oficiales del Patrullaje de Frontera que estaban a cargo del Puente Roma-Miguel Alemán estaban más preocupados por un profundo análisis del interior de sus sombreros vaqueros que con alguno o cualquiera de los vehículos en las líneas de salida.  Si yo hubiera estado un cuanto menos entumecido en ese tiempo, hubiera reconocido que Washington DC y su retórica se encontraban a un mundo de distancia, y que nada de lo que pasa entre los mundos sobrevive intacta a la transición.  Pero esa fue una lección para más adelante.

Podía notar que Rudy estaba nervioso.  Siempre locuaz, el compás como de una máquina ametralladora de su incesante parlotear había estado martillando dentro de mí por más de seis horas.  Seis horas y 37 minutos, desde que dejé mi Yukon en medio de los complejos de apartamentos con incidencia más alta de crimen en Houston, junto con el transmisor que el Departamento de Policía de Sugar Land había colocado debajo de la caja de fusibles.  Seis horas…me preguntaba sí ya se habían dado cuenta que me había fugado.  ¿Habían intentado llamar a mi celular?  ¿Había ella...? no.  Ese no era un camino por el  que me podía permitir andar. No en esa ocasión, ni muchos meses después.  El camino que tenía por delante era lo suficientemente difícil para contemplar, sin mirar por el espejo retrovisor.

Solo tendríamos una oportunidad para intentar cruzar el puente.  Siempre había sospechado que las segundas oportunidades solo se presentaban en las películas y en los sueños, y ahora sentía que ésta hipótesis era confirmada.  Mi tarjeta de identificación era buena, tan buena como pudiera ser.  La había estado usando para comprar cerveza desde que cumplí 18 años, y nunca me había fallado.  Aún después de que cumplí los 21, me la renovó el mismo tipo en la Pequeña Saigón, por si acaso.  Nunca esperé que “por si acaso” significaría…esto.

Al acercarnos al puente, Rudy mantuvo su compás, intentando perderse dentro de la mentira.  Lo envidié por eso.  La mentira se perdió dentro de mi persona hace tanto tiempo que éramos inseparables.

Luz verde.  Mientras pasábamos por el punto de revisión, noté una pared con fotografías laminadas, una larga cadena de fotografías de fichados.  La mía estaría allí pronto, lo sabía.  Me pregunté qué tanto tiempo pasaría antes de que Erinias [en la mitología griega significa La Furia] estaría buscándome, y sospeché que ya estaba corriendo en tiempo prestado.  Con los oficiales profundamente en sus siestas, no me imagino que realmente importaba en ese momento.

El punto de revisión Mexicano ni siquiera se molestó en poner un semáforo.  La entrada aduanal dentro de la República no es un puente, sino más bien una serie de edificios con tipos de cabinas de peaje extendiéndose por todas las carreteras principales a exactamente 22 kilómetros más allá del río, conocido en forma eufimística como “la veintidós”.  El trozo de tierra encajonado entre estas líneas de demarcación es la Zona del Comercio, la más pura expresión de gobierno laissez-faire que jamás haya visto.  No significa que las leyes estén en extinción.  Significa que ni siquiera evolucionaron.

Pasar la 22 podía ser problemático, y para eso, Rudy había pedido ayuda a su papá.  Rogelio Ramos Sr. era un jugador mediano en el Cartel del Golfo, exactamente el tipo de persona que sabe cómo evadir las aduanas.  En el viaje hacia la frontera, un significativo porcentaje de los contenidos de la diarrea verbal de Rudy consistió en historias acerca de su papá.  En vez de andar a caballo en los desfiles de las Fiestas Patrias en Cerralvo – como lo hacían los demás donadores narcos – crio y entrenó un toro.  Todos los amigos de su papá lo llamaban El Martillo.  Escuchar a su hijo contarlo, era como si su papá fuera un Alejandro Mexicano, el tipo de hombre que podía susurrar en una multitud y ser escuchado. “El hacerse llamar “El Martillo” tiende a  tener ese efecto”, recuerdo haber dicho en esa ocasión. Rudy me vio de reojo durante un momento, antes de responder que no debía bromear sobre cosas como esa hasta que supiera por qué le dieron ese sobrenombre.  Touché.  Cerré mi boca.

Por lo que yo podía ver, los zetas controlaban casi totalmente Miguel Alemán, siendo ellos, en ese tiempo, los responsables de hacer cumplir y asesinar.  A fines de los 90s, Osiel Cárdenas Guillén reclutó miembros elite del Grupo Aeronáutico de Fuerzas Especiales (GAFES) para que sirvieran como su ejercito privado de sicarios.  Entrenados por la Fuerza Delta en el Fuerte Bragg, estos desertores trajeron consigo verdadero armamento, armas de espectro milimétrico incluyendo misiles anti-tanques y helicópteros de ataque, y una ética de trabajo sociópata.  No mucho tiempo después de que pasé por el pueblo, el nuevo alcalde de Nuevo Laredo se paró con confianza en los escalones del Ayuntamiento y declaró que él no estaba comprometido a nadie.  Seis horas después, la tierra vampira chupó su sangre en vías de cuajarse.  Treinta balas pueden hacerte eso, la interpretación moderna de la negociación de Judas.

Al poco tiempo de haber cruzado el puente, Rudy se paró  frente de un edificio de bloque, el cuál parecía ser una taquería.  Me señaló que esperara mientras que él entraba.  Salí del carro y me coloqué en un lugar donde podía divisar toda la calle.  Podía sentir el Halo Micro-tec  adherido con velcro a la parte interior de mi muñeca izquierda, y me preguntaba si tendría suficiente tiempo para disparar por lo menos una vez antes que me alcanzara la bala.  Un perro esquelético gris con café, al que se le notaban las costillas olfateó el aire en dirección mía antes de cambiar de opinión y trotar calle abajo.  Parecía que había más perros que gente en Miguel Alemán.  Si mis dos años en México me enseñaron algo, fue qué tan correcto fue en realidad mi asesoramiento.

En vez de una descarga de fusilería, Rudy regresó con dos órdenes de tacos, dos refrescos Joya en botella de vidrio, y un teléfono celular pre-pagado.  Él se había puesto de acuerdo en reunirse con su papá en el pueblo este día, pero El Martillo había sobrevivido en aguas muy profundas por nunca estar en el lugar donde lo pudieran encontrar.  Haciendo reverencias a las fuerzas de cliché, debíamos encontrarnos en la cantina en la colonia El Jardín.  El lugar era difícil de encontrar, mayormente debido a que tengo closets que son más grandes que este establecimiento.  Una tumba hubiera tenido más vida.  El cantinero ni siquiera levantó la mirada para vernos cuando entramos.  Mientras que Rudy intentó localizar a su papá en el celular, yo hice el intento de leer los diversos letreros deslavados en la pared.  El único que mi pobre español pudo descifrar fue el que era obvio, relacionado con no fumar.  Casualmente volteé hacia mis pies.  El piso parecía un cenicero.  Después de 15 minutos, Papá Ramos cambió el lugar de reunión.  Dejé mis lentes para el sol sobre mi banco cuando nos fuimos, y después me hice como que recordé dejarlos y corrí hacia el bar.  El cantinero estaba hablando rápido en un celular, apuntando hacia la puerta que acabábamos de atravesar.  Sonrió cuando me vio observándolo.  Tenía tantos dientes como clientes.

Ahora que estaba al tanto, me adapté.  En el transcurso de la mañana, fuimos dirigidos por las orillas de Miguel Alemán hasta que finalmente se nos ordenó pararnos en una tienda pequeña de ropa vaquera en las afueras del pueblo.  A lo largo de una pared se encontraban muchos sombreros vaqueros, en todos los estilos y materiales.  A lo largo de la otra se encontraban montones de botas, algunas parecían estar hechas a mano.  En la parte de atrás de esta sección se encontraba un pequeño hombre, descansando y tan discreto que no lo noté hasta que ladeó su sombrero ligeramente hacia la derecha, observándonos con intensidad.  Sus ojos eran telescópicos, penetrándonos.  Rudy aún no lo había notado, pero sabía, en menos de dos segundos de contacto con sus ojos, que no se nos indicaría ir a otro lugar.  Papá Ramos, El Martillo, era un hombre chaparro con orejas grandes y sobresalientes, y con  una vestimenta simple y funcional.  Sus botas eran resistentes,  pero no caras, y su reloj era simple y de plástico el cuál probablemente le costó 1/300ava parte de lo que me costó mi Rolex.  No parecía la gran cosa, mucho menos un narcotraficante profesional.  Tal vez un comerciante pobre, o un agricultor.  Ese fue el primer presentimiento que tuve de qué tan peligroso era en realidad.  La primera cosa que la mayoría de los narcotraficantes hacen después de dar un gran golpe es salir y comprar montañas de cosas ostentosas, todas diseñadas para gritar “¡Véanme!”  Este hombre valía millones, pero parecía como si la única línea con la que coqueteaba era con la línea de pobreza.  Un hombre sin la mínima insinuación de orgullo es alguien a quién se debe temer.

El padre e hijo se abrazaron, e inmediatamente se adentraron en una rápida conversación.  Aunque había comprado un diccionario Inglés/Español la semana anterior y había pasado los últimos siete días memorizando el vocabulario, entendí precisamente nada de lo que estaban diciendo.  Todo el tiempo, El Martillo mantuvo sus ojos fijos en mí, ni siquiera parpadeando.  Regresé el favor, pero empecé a sentir esta rara impresión de que no estaba viendo todo lo que había dentro de él; que la mayor parte de él estaba enroscada dentro de otra dimensión, no vista, pero muy sentida.  Esa fue mi primera verdadera impresión de él, y fue una que se repetiría muchas veces en los próximos dos años.  Para cuando terminó la negociación entre los dos, compré un sombrero vaquero de paja, y Papá Ramos me había comprado a mí.  Ninguno de los dos parecíamos muy contentos con el trato.

Para ser continuado…..







© Copyright 2012 por Thomas Bartlett Whitaker.
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Friday, February 17, 2012

En Respuesta a Feministe [Feminista]

El 26 de Diciembre, “feministe” me dejó un comentario en respuesta a mi (aparentemente) torpe artículo Cicatríces y el Recorrido Hacia el Norte.  Al igual que todos sus comentarios, encontré éste interesante y digno de recibir una respuesta.  Esto fue lo que escribió:

Feministe dijo…
Tengo muchas reacciones variadas para ti en relación a este artículo.

-Cadena Perpetua vs. Cadena Perpetua sin Probabilidad de Libertad Condicional  (CPSPLC) vs. Muerte:  dices que nunca elegirías  CPSPLC, pero después continúas mencionando un sin número de formas en que creer podrías vivir una vida de retribución dentro de la prisión.  Así que, ¿por qué no aceptar CPSPLC, especialmente ya que reconoces que no existe una seria probabilidad de libertad condicional aún si te dan cadena perpetua?  ¿Estás diciendo que, si recibieras desagravio en la fase de sentencia de habeas (ya que no existe un asunto grave de fase de culpabilidad en tu caso) y tu caso fuera retomado en un nuevo juicio, aventarías los dados de nuevo – aceptando otro juicio en el cual el jurado de Texas pudiera decidirse por muerte, simplemente para ver si te darían cadena perpetua en vez de CPSPLC?

-Como comentario adicional: Yo me opongo a la pena de muerte en cualquier circunstancia y por lo tanto no apruebo ni apoyo tu ejecución.  Sin embargo, encuentro tu tono altanero al referirte al Pabellón de la Muerte de Texas como un “mundo de asesinato meticulosamente premeditado” ser difícil de tragar, siendo que, con todo el respeto debido, tú mismo no eres un extraño en orquestar esa misma cosa.

-Tus comentarios en cuanto a los prisioneros en máxima seguridad en la Sección-E (“Y – para tu suerte – la mayoría de estos hombres en la Sección-E tienen fechas de libertad condicional. Estarán en corto tiempo en sus comunidades.”) realmente pesan a favor de que los miembros del público apoyen la CPSPLC, lo cual no creo sea tu intención.

-Gracias por darle un foro a los artículos escritos por MWH en este blog.  Previamente había leído sus escritos sobre el Pabellón de la Muerte en San Quintín/California y los encontré muy reveladores.  Es bueno poder dar seguimiento a sus experiencias post-pabellón de la muerte; él escribe con una buena cantidad de humor y perspicacia, pero se las arregla para no tener un tono de autocompasión o de perseguido (lo cual es verdad aun cuando estaba en el pabellón).

-Tus comentarios en cuanto a Huntsville y otros prisioneros que expresan su arrepentimiento antes de ser ejecutados son total y absolutamente ofensivos.  Ciertamente estoy de acuerdo contigo que el proceso de arrepentimiento y reforma debe empezar mucho antes del día final del prisionero, pero no veo que eso justifique tu expresión de desprecio hacia aquellas personas que también expresan su arrepentimiento/remordimiento en ese día final – especialmente ya que su día de ejecución, con frecuencia, es la primera ocasión desde su juicio en que pueden expresar esos sentimientos cara a cara con las familias de las víctimas. (Obviamente, tu situación es excepcional, y tù has tenido más contacto con los miembros (sobrevivientes) de tu familia/familia de la víctima que la mayoría en el pabellón.).  Cuando dices esto: “Este es el momento más intensamente personal de nuestras vidas, la una vez en que puedes pensar únicamente en ti mismo, para consentir el solipsismo [egoísmo] que en otros contextos sería de mal gusto.”  Permíteme no estar de acuerdo.  Si tu muerte prematura es un resultado directo de que en forma fría y cruel hayas tomado la vida de otras personas, parece bastante adecuado concederles una parte de tu pensamiento a ellos igualmente al final.  Y, a su favor, muchos de los que toman su último suspiro en Huntsville hacen precisamente eso.

Para empezar, lograste exponer un defecto en mi forma de pensar en cuanto al debate de “cadena perpetua vs. CPSPLC vs. muerte”, uno al que no he podido resignarme en forma completa para el resto de mi permanencia en este lugar.  Probablemente podría dedicar unos cuantos párrafos dándote una floreada paparrucha que trazarían los diferentes  jales gravitacionales de mis cadenas variadas de razonamiento, pero concluye en esto: todo lo que yo veo a mi alrededor, cada experiencia que he tenido en mi vida, cada pronóstico del futuro que me parece sensible, me obligan a ver el concepto de esperanza como una ilusión de la más peligrosa  CALIDAD. Digo esto, generalmente en lo que yo sé ser  un tono ligeramente arrogante, ligeramente elegante pero sin emoción, un tipo de florecimiento dramático de mis florecientes credenciales existencialistas.  Y sin embargo…soy afligido con optimismo, en forma muy profunda hasta llegar a la médula.  No importando que tanto deseo envolverme en la cobija confortante del nihilismo, esta cosa sigue levantándose para abrumar mi buen sentido.  Muy en mi parte central, debajo de mis mecanismos de defensa y mi deseo de ser tan impasible, creo en una visión del hombre superando sus ataduras, triunfando sobre sus defectos.  Uno no puede ser políticamente progresista (lo cual soy yo) sin una profunda creencia en ciertos tipos de esperanza.  Si las cortes cambiaran mi sentencia y fuera cambiada a una cadena perpetua regular, lo cual corresponde a los estatutos del 2003 (bajo los cuales caigo por ley), podría y haría todo lo que estuviera en mi poder para vivir en forma noble detrás de las rejas, para “ser el cambio que deseo ver en mi derredor”, como se hizo notar en forma tan artística y tan amable.  Soy lo suficientemente fuerte para enfrentar una cadena perpetua de 40 años calendario, aun sabiendo que la probabilidad real de salir en libertad condicional después de ser elegible efectivamente es cero.

CPSPLC, sin embargo,  ofende y ataca a todo en lo que creo.  Irrevocablemente niega cualquier posibilidad de rehabilitación; totalmente eviscera la esperanza.  Es por esta razón que nunca accedería a ello, aún si fuera la única forma de evadir regresar al pabellón de la muerte.  ¿Aventaría los dados, como lo expresaste tú, en tener otro juicio?  Tendría la esperanza que no llegara a eso, que ningún responsable Fiscal de Distrito malgastara (de nuevo) millones de dólares de dinero de los ciudadanos que pagan impuestos en un juicio para pena de muerte que no es respaldada por la víctima.  Pero, para contestar tu pregunta, sí, sí lo haría.  Puedo enfrentar mi muerte.  Lo que no puedo enfrentar es una vida sin la mínima luz al final del túnel, aún si sé que es altamente improbable que mi cuerpo aguantará lo suficiente para poder sentir esos rayos en mi cara.  Soy una persona dirigida por metas.  Aún una meta imposible me consumirá durante toda una vida. Sin embargo,  sin algún tipo de esperanza, bueno, no soy tan fuerte, así de simple.  Estoy muy consciente de lo que esto significa en relación a mi miedo patológico de las ilusiones.  Me imagino, al final, aún yo estoy dispuesto a aceptar una o dos ilusiones simplemente para salir el día.  Estoy sorprendido de no sentir tanta vergüenza como pensé tendría al admitirlo.

“La espada de justicia está en nuestras manos; pero debemos
desafilarla más seguido que afilarla.” – Voltaire.

Mis comentarios sobre la Sección-E tienen un doble filo, una de la cual estaba consciente cuando escribí esa parte. Muchos de los temas en el mundo real lo tienen.  Ninguno de ellos tiene respuestas simples.  Uno puede buscar la salida al problema de encarcelamiento masivo y los niveles de “súper-predadores” sin involucrarse, simplemente vaciando una CPSPLC sobre todos.  Reconozco, eso parece ser la moda.  CPSPLC es un tipo de reducción ad absurdum de nuestra completa ideología penal:  Encierren a todos por siempre y desechen la llave.  El punto que he resaltado en este sitio web es que el problema nunca se va a solucionar de esta forma.  Todo lo que resultará al tratar a los seres humanos de esta forma es que terminaremos con unidad tras unidad llena hasta el tope con prisioneros sentenciados a CPSPLC que están tan dañados por el sistema que solo saben como responder con violencia al mundo que los rodea.  Vean California.  Ellos se encuentran un cuanto más avanzados en la curva que nosotros aquí en Texas en relación a este asunto.  No es un argumento fácil para hacer de que lo que estos seres humanos necesitan es amabilidad, no odio ni escarnio o burla o más estigmas.  No es políticamente popular mencionar tácticas de este tipo.  Ciertamente es más sencillo decir algo como: “Bueno, si no puedes cumplir tu tiempo, ¡no lleves a cabo  el crimen!!!!!!!”  ¿A dónde nos ha llevado esa ideología?  Seamos realistas, y pensemos con nuestros cerebros y no el corazón de nuestros puños.  Vean a su alrededor.  En vez de carreteras nuevas y escuelas, hemos inflado los presupuestos de las prisiones, las cuales apenas son capaces de flotar encima de la línea de constitucionalidad.  Desafortunadamente,  para el grupo que vota a favor de encerrarlos,  no tengo que apelar a algún vago concepto moral de la regla de oro del Imperativo Categórico para poder arreglar esto.  No tengo que decir cosas como. “Bueno, puede ser que no sea fácil o popular, pero es lo correcto.”  Yo creo estas cosas, pero todo lo que realmente tengo que hacer para resolver el dilema de la Sección-E es echar un vistazo  a la forma en que otras naciones y estados dentro de Estados Unidos ya han solucionado el problema.  No es una coincidencia que el nacimiento del “guerrero de celda” vino a ser en el momento exacto que el confinamiento solitario de largo término o a las leyes de “verdad al sentenciar”.  No estoy simplemente afirmando que exista una correlación. Explícitamente estoy afirmando que existe una relación directa de causa/efecto, una que ya ha sido exhaustivamente comprobada.  Europa no tiene instituciones como en la que vivo; ni tienen el mismo tipo de leyes ultra punitivas.  Tampoco tienen súper predadores penales o índices de reincidencias como nosotros tenemos. Recientemente, Maine se deshizo de la vasta mayoría de sus celdas de segregación de largo término, y no experimentaron ningún repunte en la violencia en población general.  Hechos como estos abundan.  Todo lo que uno tiene que hacer pare encontrarlos es jugar a detective en google durante unos cuantos minutos.  Unos cuantos estados – más notablemente Nueva York – han logrado una reducción drástica en el tamaño de la prisión y sus sentencias duras, y la incidencia de crimen en todo el estado ha caído.  La situación de fondo aquí es, si yo fuera el alcaide, ya sabría la forma de poner un alto a la mayoría de la violencia en la Sección-E.  Si yo sé esto, ¿por qué no lo sabe el sistema?  La solución es tan simple que he concluido que el problema no es con los guardias (los cuales también saben cómo arreglar esto, y si algunos de ellos leen por casualidad esta página web, me agradaría escuchar sus comentarios y sugerencias al final.  Tampoco el problema tiene que ver con la mayoría de los oficiales de rango de nivel medio.  Básicamente son los REMFs  en las oficinas y en la alcaldía los que ponen estas reglas, mandando a otros para llevar a cabo la implementación del trabajo.  Pero ese será un tema totalmente diferente. ¿No creen?

“Si se requiere que asesines a alguien en este día, con la promesa
por parte de un líder político de que alguien más vivirá
en paz el día de mañana, creéme, no solo serás un asesino
doble, sino también un suicida.” – Katherine Anne Porter

¿Es “altanero” (buena palabra, btw) de mi parte esperar que la sociedad se comporte en una manera más noble que sus criminales? Si es así, me imagino que me merecí ese comentario.  Soy culpable de lo que afirmaste sobre mí, en todo caso.  No me escondido de la realidad de lo que he hecho, a pesar de lo mucho que hubiera deseado hacerlo.  Has parecido demasiado inteligente en tus comentarios para que yo crea que realmente piensas que la sociedad debería rebajarse al nivel de los criminales que encierra.  Este no es el desierto de Egipto, y no eres  algún pastor de ovejas Judío ignorante.  Sé que no puedes estar  defendiendo que los violadores sean violados y que todos los asesinos sean asesinados. En ese caso, dibújame  como un ser confundido.  Estoy de tu lado en el resto de tu comentario, pero en esta parte, me perdiste.  ¿Tal vez tu objeción se centra en mi elección de palabras?  Por un momento, si pudieras, haz de cuenta que no soy un prisionero, y en vez de esto, un abogado escribiendo para un célebre blog de leyes.  ¿Te opondrías a que un abogado llamara a la pena capital “un asesinato meticulosamente orquestado”? ¿Y qué de un juez, o un político o un ex alcaide? (Que por cierto, de todos estos se puede fácilmente encontrar  a montones que han dicho precisamente eso.)  Si hallas esta afirmación como menos desagradable al salir de la boca de alguien más, estás cayendo víctima de una falacia lógica que acabo de mencionar en un artículo reciente, esa del argumentum ad hominem, o atacar los motivos o carácter de un opositor en vez de la política o posición que sostienen.  No soy un post modernista.  Creo que existen unas verdades objetivas en este universo, y que si la declaración X es verdad, no importa si la persona A o B lo afirma.  El hecho que yo asesiné (o, para ser más preciso, causé que asesinaran) no cambia en ninguna forma el hecho de que la sociedad no debería comparar sus acciones a las mías propias cuando se está tomando en cuenta una respuesta moral. Las acciones de un grupo siempre tienen que ser más consideradas, más racionales, y más éticas que las de una unidad sola dentro de un grupo.  Pierde eso, y puedes darle un beso de despedida a todo el asunto.

“La cara del que lleva a cabo la ejecución siempre está escondida.” – Bob Dylan

Tal vez niegues la equivalencia de la pena de muerte con asesinato.  Me parece justo.  Humildemente te  sugiero  que la legalidad de una cosa, de ninguna forma hace alocución a su moralidad.  En Texas, si yo fuera a robar tu vaca, el castigo por éste robo sería cinco veces más radical que si robara la equivalente cantidad de gallinas de tu gallinero. (Lamentablemente, no es broma.)  Las leyes solo son leyes.  Algunas de ellas son muy buenas, y algunas son terribles.  La esclavitud y Jim Crow eran legales, y no estás defendiéndolos, ¿o sí?  Sospecho que algunas de las razones por las que te sientes de esta forma en cuanto a la pena de muerte son fabricadas por la naturaleza medicalizada del protocolo de inyección letal.  No existen chorros de sangre, ni cabezas rodantes, con una media mueca, ni cuerpos quebrados en potros de tortura, ni extremidades jaloneándose colgadas de un árbol.  Lo que tenemos es un procedimiento esterilizado y totalmente antiséptico, cuidadosamente mantenido escondido del ojo del público.  La identidad del verdugo es diligentemente guardada en secreto. (Aunque, en serio, ¿qué tan difícil sería saber quién es?  Simplemente siéntate afuera de  la Unidad Walls el día de la ejecución y anota las placas de cada carro que entra en el edificio. Chihuahua.) ¿Sabes realmente cómo se lleva a cabo el proceso?  Cuando llega el tiempo de que el condenado se enfrente a su fin, se le obliga usar un pañal.  Un equipo especial de oficiales (conocidos como el “equipo de verdugos” o “equipo de asesinatos” en Texas) lo amarra a la camilla, frecuentemente enlistando al prisionero al decirle que todos necesitan “pasar juntos esta cosa”.  Cada hombre en el equipo tiene una tarea específica, para aislarlo de sentirse totalmente responsable por el acto que tomará lugar. (Este hecho está resaltado en varios lugares del manual de políticas.)  Se les dan pláticas motivacionales a los oficiales antes de la llegada del prisionero para iniciar el proceso conocido en la literatura como “entumecer”. (Favor de tomar nota del significado de esto.)  Esta pláticas tratan al prisionero como algo inhumano, y por lo tanto se da inicio al proceso conocido como “duplicando” en donde los oficiales compartimentan  una porción de ellos mismos alejados de quien realmente son para poderse enfocar completamente en su “deber”.  Los expertos llaman esto “matándose a sí mismo”, un término prestado de la militar.  En realidad, varias de las tácticas usadas para preparar a los oficiales provienen directamente de los manuales militares, como son la insensibilización (incluyendo la consigna de “asesinar, asesinar, asesinar”), condicionando (el soldado aprende a tirar y disparar en forma reflexiva e instantánea), y cultivación de denegación (lo cual instila un sentimiento de que el enemigo es meramente un blanco, no un ser humano).  Estos métodos combinan un distanciamiento tecnológico  (la naturaleza de la inyección letal), un nivel elevado de anonimidad, difundir la responsabilidad, y el distanciamiento moral para que todo esto se lleve a cabo con efectividad.  A pesar de todo el trabajo de investigación y esfuerzo que se ha puesto en esto, el índice de reemplazo del “equipo de asesinato”  es extraordinariamente elevado.  Un ex miembro vino a trabajar aquí en el Pabellón hace varios años.  Anteriormente he mencionado al oficial Woods, cuando se suicidó en el estacionamiento de la unidad, justo a la mitad de su turno nocturno.  En su camiseta había escrito las palabras “no resucitar”.  Sospecho que el Oficial Woods llegó a creer que lo que sucede en la Unidad Walls es, de hecho, bastante sinónimo con asesinato.

En muchos estados (aunque no en Texas), hay múltiples verdugos.  Ambos accionarán el switch o empujarán un botón, por lo que ninguno sabe cual de ellos realmente liberó el coctel letal.  La máquina que controla el proceso completo entonces borra su memoria interna, interesante y reveladoramente.  El verdugo nunca está visible; siempre está en otro cuarto en donde su preparación del coctel venenoso no puede ser vista.  En realidad, en Texas este divisor está separado por una ventana de vidrio que solo se ve de un lado.  Lo que uno ve cuando mira hacia el verdugo es, apropiadamente, uno mismo.  Dudo que esto haya sido intencional, pero aún un montón de rancheros con mente de policías puede ocasionalmente pegarle a lo sublime. En estados en donde aún es opción usar un pelotón para prisioneros que fueron sentenciados hace décadas, se utilizan a cinco personas que disparan, pero solo tres o cuatro tienen balas, por lo tanto nadie puede tener la certeza de que ellos realmente hicieron entrega del disparo asesino.  ¿Estas personas parecen tener alguna duda de si este es o no es un asesinato?  Todo el proceso está diseñado para hacerlo parecer como algo insignificante, pero no confundamos el fin con el modo, madam.  Cuando lleguen a ejecutar a cualquiera de nosotros, la causa de muerte en el certificado leerá homicidio, ya sea que nos inyecten o cuelguen o nos disparen o nos entierren vivos en una montaña de gummy bears (ositos de gomitas).

“Nadie quiere tocar una pistola humeante
Pero desde que consiguieron la inyección
Me imagino que ya no les importa tanto
Simplemente les dan muerte en la Unidad Ellis One
-Steve Earle “Ellis Unit One”

Intenten este experimento de pensamiento.  Recuerdo un corto cuento escrito por Franz Kafka llamado “In the Penal Colony” [En la Colonia Penal].  En esta historia, las ejecuciones eran llevadas a cabo mediante una máquina ingeniosa e insidiosa conocida como “The Harrow” [La Rastra], repleta de agujas.  Durante un período de 12 horas, La Rastra grabó los crímenes del hombre condenado en su espalda hasta que murió de las heridas.  Claro, después de un tiempo la máquina se descompuso y  cortó en pedacitos a sus víctimas.  Escribió Kafka: “Este fue asesinato puro.”  No dejes que la limpieza relativa de la inyección letal esconda la verdad de lo que hace.  Parece un procedimiento médico, pero no lo es. Este es un teatro de orden político enorme.  Asesinato es asesinato. Confía cuando te digo que para aquellos que estamos en este lugar, no existe diferencia cualitativa entre La Rastra y La Aguja.

“¿Qué demonios estaba haciendo aquí? ¿Cómo llegó mi profesión hasta este punto?
Donald Cabana, ex alcaide.

Tal vez no te pareció la parte de “meticulosamente orquestado”, en vez de la parte de “asesinato”.  Tuve dos compañeros de asesinato.  En respuesta a la depresión y la demencia inducida por drogas de tres personas, fueron movilizadas la SLDP (Departamento Policial de Sugar Land), HPD (Departamento Policial de Houston), los Texas Rangers, el FBI, la DEA, la Oficina de Policía Federal, la Fuerza Policíaca Metropolitana de Monterrey, La Policía Estatal de Nuevo León, La Policía Ministerial de Nuevo León, La Agencia Federal de Investigación, y varios departamentos de la militar mexicana del norte (SEDENA). Después de mi arresto, un sin número de oficiales y carceleros del Departamento del Sheriff de Fort Bend me tuvieron en cautividad durante más de 18 meses.  Los empleados del Centro de Detenciones del condado de Limestone, IAH del Condado de Polk, y la Cárcel del Condado Grimes fueron llamados de la misma forma.  Durante este tiempo, por lo menos seis miembros de la oficina del Fiscal de Distrito de Fort Bend calcularon – con gran precisión y a un increíble gasto para ti – la forma en que me asesinarían. Fueron llamados 12 jurados para tomar una decisión horrorosa que nunca tuvo que ser tomada en primer lugar.  Se utilizó un juez de proceso.  De la misma forma, se usaron 12 jueces en el TCCA (Corte de Apelaciones Criminales de Texas).  También un juez de distrito (y así sigue la lista).  Todas estas personas tenían secretarios, asistentes, alguaciles, etc., etc.  Cientos de oficiales han sido requeridos para mantenerme en un hoyo de 60 mts.² durante cinco años cumplidos en este mes.  Si me enfermo, puede ser que vea una enfermera o un doctor.  Si me vuelvo loco, tienen una unidad  completa  de profesionales de salud mental los cuales tienen la consigna de volverme a mi cordura, para poder ser regresado para mi ejecución.  Eventualmente, el Gobernador y su equipo completo será llamado para pasar juicio.  Podría seguir. El punto es, miles de personas han trabajado en conjunto con la simple meta de amarrarme a la camilla y después bombear toxinas venenosas dentro de mis venas hasta que deje de latir mi corazón.  Llámale como quieras, mi amiga. Nada de lo que alguno de nosotros hayamos hecho para llegar a este lugar se acerca a la precisión premeditada de lo que han hecho y piensan hacer conmigo.  El día de mi muerte, si tengo un ataque al corazón mientras que estoy amarrado a la camilla, un grupo de enfermeras (Los doctores se niegan a participar en el proceso) está al lado con un desfibrilador portátil. Me volverían a la vida, me darían un chequeo físico, y después sería ejecutado.  Y sin embargo, no pude ni siquiera conseguir dos mil dólares para una investigación extensa…

Si una persona que trata con esto diariamente no
da a conocer al público que está funcionando
entonces, ¿quién lo hará?
-Gerald Kogan, anterior Presidente del Tribunal, Suprema Corte de Florida

Finalmente, quiero hacer mención de los comentarios que encuentras ofensivos con relación a mi opinión de las personas que esperan hasta estar amarradas a la camilla para manifestar su remordimiento.  Probablemente estás en lo cierto en esto.  Aún mientras me defiendo aquí, toma nota de que más o menos estoy de acuerdo contigo en que soy un imbécil.  Me he endurecido en formas que frecuentemente me dejan perplejo y también me causan sentir vergüenza. El punto que tan torpemente estaba intentando hacer  es que el verdadero remordimiento no consta de unas cuantas palabras.  Es una forma de vida. Definitivamente estoy de acuerdo contigo que las víctimas de un crimen violento necesitan escuchar arrepentimiento proveniente de las bocas de aquellos que tanto los hirieron.  Siento mucho que pensaste que estaba diciendo lo contrario. No tengo ninguna duda de que los hombres que expresan dicho remordimiento son genuinos, hasta cierto punto.  Ese es el día más emocional de toda su vida, y la muerte inminente  tiende a que uno hable desde el corazón.  Pero el verdaderamente arrepentido, aquellos que realmente intentan arreglar sus errores, no esperarían hasta el último día.  Estás en lo cierto  que yo tengo una situación única con mi papá y toda su familia.  Soy un hombre con mucha suerte al tener la oportunidad  de sanar esas heridas.  Lo que nos sabes es que durante años he estado usando contactos en el mundo libre para localizar a personas que he dañado fuera de la familia de mi papá.  Siempre uso un tercer partido para contactarlos, así no me meto en algún lugar donde no soy deseado.  Si confirman que aceptarían una carta de mi parte, la escribo.  Esto no ha sido fácil, ni barato de parte mía.  No he encontrado a todos, ni todos los que sí he encontrado están abiertos a saber de mí.  Pero por lo menos hice el intento.  Feministe, existen toneladas de sitios en el internet en donde los prisioneros podrían subir sus escritos en forma gratuita.  Así también, existen muchos grupos organizados para encontrar amigos por correspondencia para los condenados.  Cada uno de estos hombres tiene una multitud de recursos que puede usar para edificar un grupo de apoyo, personas que pueden estar dispuestos a ser parte de donar fondos para ellos, tal como lo he hecho yo.  Tampoco es como si no tuviéramos el suficiente tiempo para hacer esto.  Cualquiera que realmente desea hacer esto tiene las opciones para lograrlo, y punto.  (Yo mismo he ofrecido a varios de estos muchachos  la página web de MB6 como una plataforma hacia esto; ninguno aceptó.)  Tal vez soy duro.  Tal vez este lugar finalmente ha encontrado una forma de matar las partes buenas de mi persona que he mantenido protegidas muy en lo profundo.  Pero no puedo esconder el hecho  de que creo que esperar hasta el día final de uno para hacer enmiendas es reprensible.  Mi dolor y arrepentimiento alimenta  la mayor parte de todo lo que hago.  ¿Sabías esto de mí? Literalmente  marcho en auto-odio.  Esto me compele a mantener una rienda apretada sobre mi pensamiento y comportamiento.  No pasa un día que no me niegue un pequeño placer porque no lo merezco.  ¿Alguna vez leíste Sir Gawain y el Caballero Verde?  No te aburriré con aún otro de mis raras referencia literarias (y de cualquier modo, la historia es increíblemente tediosa), solo para decir que Gawain fracasa en la prueba de su código de  caballerosidad, y por lo tanto se obliga a usar  un cinto verde durante todos sus días como un recordatorio de su fracaso.  “Ya que, donde una culpa se es afirmada, se fija por siempre” (2512, traducción de Marie Borroff).  Mi cicatriz es mi cinto verde. Si siento que quiero relajarme, tal vez de comer unos tacos con mis vecinos, o tomar unas cuantas botellas de hooch [bebida alcoholica hecha en las celdas], o si decido que en vez de gastar algunos de mis ahorros en alguna otra clase me compro una suscripción de alguna revista, o si dejo mi disciplina en cualquier otra forma, todo lo que necesito hacer es sentir mi brazo.  Diciembre 10 es mi azote, uno que diariamente uso para latigarme, para ponerme en forma.  No creo que el remordimiento real – el tipo necesario para rehabilitación – tome cualquier otra forma.  Hablamos de que las personas tienen la habilidad para cambiar, y sin embargo, muy pocos lo hacen en realidad.  Esta es la razón.  El cambio duele.  Es peor que cualquier tortura física porque requiere que veas la cosa tan horrible, despreciable, puramente fea eres.  Evocar la energía para que trabaje en este tipo de proceso en base diaria requiere este tipo de auto-flagelación.  Lo siento mucho si es feo.  Yo solo sé que funciona.

Desearía que pudieras escuchar el ruido en la sección en este momento.  En cada salón de recreación interno, un hombre está jugando dominó, dándoles con fuerza en la mesa.  Su opositor está en su celda, gritando las movidas.  Seis tipos en esta sección solamente están en medio de un Reclutamiento a Filas del NBA de Fantasía, escogiendo a los jugadores con gran habilidad y deliberación.  Son increíbles, cada hombre conociendo montañas de datos sobre cada jugador.  Hacen esto para futbol y también para beisbol.  No me cabe duda que estos mismos seis hombres estarán muy arrepentidos el día en que son asesinados.  Pero cuando veo la forma en que gastan su tiempo aquí, no puedo menos que preguntarme si realmente solo están tristes porque están por morir.  Si gastaran una décima de esa energía en buscar a las personas que lastimaron para expresar su remordimiento genuino de la forma en que lo hacen en su diaria dosis de diversión, entonces sus últimas palabras parecían mucho más genuinas.  Yo pienso tener todo eso ya logrado antes de ese día, para que pueda enfocarme en el proceso de la muerte.  Solo pasa en una ocasión.  Parece como el tipo de cosa que uno quisiera experimentar con una visión clara y una limpia consciencia.  El tiempo para arreglar cualquier cosa que está rota es ahora, en este momento.  Yo lo hice.  Mantén en mente, este sitio  no fue edificado con dinero de la familia. Yo llegué al pabellón de la muerte con nada.  Si algún memo imbécil como yo puede saber estas cosas, cualquiera puede.  Esperar es flojera.  Es poco sincero.  Nunca he  podido respetar cualquiera de estas cualidades, y no tengo intención empezar ahora.

“El mundo quebranta a todos, y después
muchos son fuertes en los lugares quebrados.” – Ernest Hemingway

© Copyright 2012 por Thomas Bartlett Whitaker.
Todos los derechos reservados

Monday, January 23, 2012

Pensamientos sobre Cicatrices y el Recorrido Hacia el Norte



Michael Wayne Hunter recibe los artículos de la página web Minutes Before Six y los comentarios de los lectores por correo.  Sintió el deseo de responder a un comentario que la lectora “feminist” [“feminista”] dejó en relación al artículo escrito por Thomas titulado “Cicatrices y el Recorrido Hacia el Norte”.

Escrito por Michael Wayne Hunter

Leí en Minutes Before Six [página web de Thomas] el lugar en donde básicamente preguntó una mujer, “¿Si la prisión es tan terrible, por qué razón pelearían los prisioneros condenados con tanto ahínco para conseguir que se les conmute a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional?”  En forma adicional, esencialmente dijo que si ella se encontrara sentada en el Pabellón de la Muerte a causa de un crimen que ella no cometió, pelearía con todo para recobrar su libertad, pero si ella cometió el crimen, ella querría ser ejecutada lo más pronto posible.

Agradezco que en su respuesta, Thomas dirigió a los lectores a mis escritos en Minutes Before Six en donde he escrito sobre la vida en prisión después de estar en el Pabellón de la Muerte.  Espero que adicionalmente él me permita abordar aspectos de estos temas que fueron expuestos por esta considerada mujer, y quiero agradecerle por su interés.

Aunque la cadena perpetua en una prisión de California está lejos de ser un paraíso, si uno decide, uno puede formar una vida en este lugar.  Yo leo, escribo, y convivo con mis amigos gamberros, tengo varios trabajos que he sostenido desde que dejé el Pabellón de la Muerte de San Quintín: en educación, la biblioteca, y ahora como empleado del teniente.  No me siento infeliz mientras que llevo a cabo todas mis actividades de día a día.  Cuando me siento tentado a divagar hacia algún tipo de patética auto compasión, me pongo a reflexionar acerca de la crueldad al azar a través de la historia de la humanidad, personas que han sido puestas en prisión o asesinadas no por lo que hicieron, sino simplemente por quienes son, tal como las víctimas en los campos de homicidios de Cambodia, Rwanda o la Europa de Hitler.  ¿Qué hicieron las personas en el World Trade Center [Centro de Comercio Mundial] y el Pentágono para justificar sus trágicas muertes?  Me parece que lo único que hicieron fue ir a trabajar para mantener a sus familias.  Cualquier injusticia que yo he experimentado empalidece  hacia la insignificancia en comparación a las severas realidades del 11 de Septiembre del 2001.  Visto en este contexto, me siento humillado por la oportunidad que tengo de vivir mi vida no obstante las circunstancias desalentadoras, y me encuentro eligiendo vida y optimismo sobre muerte y desesperanza.

Cuando me encontraba en el Pabellón de la Muerte, muchos prisioneros decían que querían ser ejecutados, muy similar a lo que dijo la mujer que escribió su pregunta.  En California, las apelaciones del estado son automáticas y no se puede renunciar a ellas.  Esto significa que un prisionero debe permanecer en el Pabellón de la Muerte por lo menos una década antes de que pueda voluntariamente renunciar a sus apelaciones federales y permitir que la ejecución siga su curso.  Escribí sobre ests aceptación de la muerte en un artículo publicado titulado Dave y le pediré a Thomas que permita que Dave sea puesto en Minutes Before Six si es de interés para los lectores.  Claro, más de una docena de prisioneros en el Pabellón de la Muerte en California se suicidaron durante mis dieciocho años, pero en mi opinión, muy pocos tomaron su vida a causa de un análisis razonado y racional de sus circunstancias como es sugerido por la mujer que escribió la pregunta y que contestó Thomas.  Creo que la mayoría de ellos se rindieron ante la desesperanza y depresión y después dieron fin a sus vidas, pero esa es simplemente mi opinión.  Uno nunca sabe en verdad lo que sucede dentro del cerebro de otra persona.

Al leer la respuesta de Thomas, me parece que lo que a él lo impulsa a seguir es llegar a ser el cambio que él quiere ver.  Mi motivación es mucho más mundana: la curiosidad.  Hay tantos autores que aún quiero leer y palabras que aún deseo escribir, describiendo mi simple mundo en el cual me muevo cada día.  Y más que nada, quiero seguir viviendo para saber qué cosa sucederá en seguida.

Para leer la carta sobre un suicidio en el Pabellón de la Muerte, escrito por Willie Johnson, un residente del Pabellón de la Muerte de San Quintín y contribuyente a Minutes Before Six, haga click AQUI.

Michael Wayne Hunter C83600
Pleasant Valley State Prison
P.O. Box 8500, A-5-206
Coalinga, CA 93210




© Copyright 2012 por Michael Wayne Hunter. Todos los derechos reservados.

Tuesday, January 17, 2012

Cartas a un Futuro Prisionero del Pabellón de la Muerte Parte 25

Escrito por Samir (Conocido por el FDOC como Roderick M. Orme)


A quien no corresponda:

Como desearía no tener una razón para escribir esta carta, pero en ocasiones la vida puede ser horrible y lo que importa es a dónde vas de aquí.  No estoy muy seguro si mi voz será de algún consuelo porque pocos prestan oídos a las palabras de los condenados.  Tal vez ambos aún tengamos tiempo para reparar el mundo destrozado por el cual vagamos cada día…de 6 pies por 8 pies.

Sé que durante meses, y más probable ahora, durante años, has sentido una insensibilidad de desconexión.  Cada vez que ves tu reflejo en el espejo al estar cepillando tus dientes o cada vez que lavas el sudor frío a causa de otra noche de sueño agitado, ves a un extraño distorsionado regresándote la mirada.  No es un espejo divertido de la casa de los espejos.  Es la lucha de tu consciencia que no puede contestarte la pregunta persistente de “¿Cómo llegué aquí?”  Te sugiero que hagas tu mejor esfuerzo por contestar esta pregunta, pero no en un solo día, y más aún, no en los primeros días.  Este rompecabezas caerá lentamente en su lugar, la verdad presentándose si se le da tiempo para hacerlo.

Por ahora, intenta posicionarte en el momento.  El estar constantemente repitiendo aquellos pensamientos de “hubiera deseado…” y “si solo…” y buscando esa pieza de dominó que empezó esta terrible reacción en cadena no causará que el lugar en donde te encuentras en este momento cambie.  Aquellas elecciones ya han venido y se han ido y tú elegiste mal.  Igualmente, el preocuparse por los días que han de venir no sirve de nada en este momento.  Primeramente, debes aceptar en donde estás y quién eres, ya que solo entonces podrás decidir donde estarás y quién serás.

Así que, hermano, desde el momento en que te encierran en esta jaula, al cerrarse la puerta de acero  con fuerza, intenta respirar tranquilo.  No permitas que las paredes aplasten el último vestigio de esperanza y salud mental de tu ser.  Vive en el momento…cierra tus ojos…y simplemente respira profundo.  El aire puede parecer rancio y almizclado, pero el peor respiro es mejor que ningún respiro.

Una vez que has tranquilizado tu respirar, abre tus ojos y observa a tu alrededor.  Esto es real.  Esta no es una pesadilla de la cual despertarás.  No imagines que cada vez que escuchas a un guardia entrando en la sección, viene a decirte que estás libre y que todo fue una gran equivocación.  Si eres inocente, ora que Dios, el ADN, y una evidencia contundente te traiga libertad, ya que sí suele pasar. Cálmate y sé paciente.  Nunca, pero nunca te des por vencido, pero tampoco te hagas ilusión.

A solo que hayas sido diagnosticado con una psicosis seria como esquizofrenia, deja de tomar todo antidepresivo.  ¡Claro que estás deprimido!  Pero si no tienes cuidado, el estado te llenará de químicos para mantenerte calmado hasta que los últimos químicos lleguen a tu cuerpo mientras que estás amarrado a la camilla.  Intenta manejar el dolor porque sentir dolor es mejor que sentir nada.

El primer orden de sesión es darle un ejercicio a tu cerebro en cuanto a la necesidad y no la inutilidad.  Adéntrate en la ley.  La Dama de la Justicia aún sigue ciega, pero estos días está cegada por los defensores públicos sobre-trabajados, los cuales frecuentemente apestan a alcohol y goma de mascar, por fiscales en busca de acrecentar su profesión,  que usan tu miseria como un peldaño para ganancia política, y un sistema sobrecargado que se alimenta en cantidades copiosas de dinero para hacer justicia.  ¡Pero tú no estás ciego!  Aún a las personas culpables, nuestros padres fundadores, les han  concedido el derecho de buscar redención y  penitencia (como el la palabra penitenciaría) por nuestras culpas y pecados.  Estudia la ley y no seas simplemente otro borrego almacenado.  En verdad que tenemos el mejor sistema legal en el mundo pero no te puede ayudar si no lo conoces, así que deja de ver la televisión todo el día y levanta un libro sobre leyes.  No creas que tu inocencia, o el hecho de que eres un buen tipo, sostiene las llaves para tu libertad.  Todo el tiempo ejecutan a tipos agradables, e igualmente cocinan a unos cuantos inocentes.  Este no es un episodio de Ley Y Orden, y CSI no es vida real.  Haz tu propio trabajo.

Si tus amigos y familia te abandonan inmediatamente, o lentamente se desvanecen al paso del tiempo, no les guardes rencor.  Esta crisis afecta no solo a ti.  Por lo menos de dos familias fue arrancado el mundo de debajo de sus pies.  No solo tú estás en dolor.  Entiéndelos y se paciente con ellos, ya que ellos también están teniendo problemas para respirar en este momento.

Finalmente, este es un lugar que puede meramente ser una prisión de hierro y piedra o puede ser un santuario personal, y aún un monasterio.  Trabaja sobre tu fuerza  física, emocional y especialmente espiritual.  La verdad de Dios se revelará ante ti en un tiempo si solo buscas la verdad.  Las probabilidades son de que llegaste a este lugar en un triste estado, ya sea causado por otros o auto-infligido a causa de el abuso y la adicción.  Usa este tiempo para recobrar tu humanidad.  Haz una regresión en el tiempo y encuentra a ese pequeño niño con el que perdiste contacto hace ya tanto tiempo.  Toma su mano y déjalo mostrarte el camino a la felicidad.  Él te puede enseñar como amarte de nuevo y, al final, con el tiempo, perdonarte a ti mismo por los errores y pecados pasados.  Muchos nunca te concederán alivio, pero al final,  ultimadamente es de Dios y de ti mismo de quien necesitas la gracia.  Así que, ámate en forma total, completamente reconociendo tanto tus atributos como tus defectos.  Esta es la única forma para verdaderamente pagar tributo y respeto a aquellos a quienes has dañado.  Sé una mejor persona y cuando llegue ese día final, en cualquier forma que llegue, puedes irte con paz en tu corazón.

Espero que estas palabras te hayan ayudado, mi hermano.  Tú puedes lograrlo.  Hasta que nos volvamos a ver en la próxima vida…

Tu hermano,
Samir

Roderick M. Orme # 726848
Union Correctional Institution
7819 N.W. 228th Street
Raiford, Fl. 32026



© Copyright 2012 por Roderick Orme. Todos los derechos reservados


Thursday, January 5, 2012

Smiley



Escrito por Michael Wayne Hunter

“Un día te vas a resbalar,” le gritó Woody a un guardia en lo alto de una torre de control en la Prisión del Valle De Salinas, “y te voy a agarrar.”

“Claro, claro,” contestó el guardia en un tono de voz aburrido. “Sigue con lo que estás haciendo.”

“Estoy hablando en serio.”

“¿Estás intentando zafarte del patio?” contestó el guardia en forma calmada y casual.

“@#&*” exclamó Woody con el puño en el aire.

Con un suspiro, el guardia activó su alarma, y todos en el patio se tiraron al piso, mientras que Woody fue escoltado de allí.

“Deudas de drogas,” me puso al tanto mi compañero de celda, Cannibal. “Me imagino que no les podía pagar, así que empezó este problema.”

Meses después, abordé el ganso gris, el camión del Departamento Correccional de California, que me llevaría a la Prisión de Pleasant Valley, resuelto a guardar silencio sobre mis dieciocho años en el Pabellón de la Muerte en San Quintín.  Simplemente deseaba pasar por desapercibido.

“Death Row Mike,” escuché a alguien decir.

Se desvanecieron mis planes de pasar desapercibido.  Dándome la vuelta, vi a Woody.

Pasando por el proceso de orientación en Pleasant Valley, le perdí la pista a Woody y me consideré con suerte.

“Death Row Mike,” Easy me alcanzó en le patio. Midiendo seis pies con cinco pulgadas, y pesando aproximadamente 270 libras, él era el mandamás del billete de dólar.  Era un grupo de blancos, mayormente de Sacramento y Stockton, y se hacían tatuajes de billetes de dólar en sus manos.  Su lema era: “NOS PAGAN.”

Aun cuando era sumamente atlético y dominaba bien el juego de frontón, Easy caminaba con un renqueo, cortesía de una 9mm que le pegó a su rodilla.  Caminando hacia mí, dijo, “Tengo un negocio con Woody.  Dice que tú fuiste compañero de él en Salinas y que serías su aval en cuanto a ser hombre de palabra.”

Reinó el silencio durante un minuto o dos antes que yo contestara, “No avalo a nadie.”

“Solo tú y yo, Mike, nadie más está escuchando.”

“Woody se metió en problemas por deudas.”

“Escuché sobre ese incidente.  Woody dijo que estaba en una misión para los blancos y que se suponía que ellos pagarían la deuda.”

“¿Ah, sí? Nunca supe de una misión que tenía que ver con gritarle al guardia en la torre de control.”

“No, no,” interpuso Easy, “le dio a una culebra en el pasto.”

“Solo consiguió que lo disciplinaran.”

“¿Estás seguro?

“Sip.  Le habló fuertemente a un guardia y fue escoltado de allí.”

“Está bien.” Movía su cabeza hacia atrás y hacia delante, y después pareció llegar a una decisión. “Mantén esto entre tú y yo solamente.”

En los siguientes meses, Woody se estaba relacionando con los de los billetes de dólar.  Me imaginé que Woody tenía algo que ellos querían, sin duda, un contacto para drogas.  Esperé que pasara la demolición y repentinamente Woody ya no estaba más allí.

“Woody me amoló,” Easy se fue contra mí.

“Eso era predecible.”

“Me dijo que necesitaba una punta para arreglar un negocio.”

“¿No creías que Woody se atreviera a darle a alguien?” Intenté, pero fallé, mantener el tono de gusto fuera de mi voz.

“No, pensé que solo iba a mostrársela a alguien, asustarlos.  Y ciertamente se la enseño a alguien, la entregó al sargento, dio mi nombre, y fue encerrado.”

“¿Por qué dio tu nombre? Hay un montón de otros tipos que preferiría estuvieran enojados conmigo que tú.”

“Me quiere en su lista de enemigos, para que no seamos compañeros de nuevo. Esa rata bastarda me la debe.  Te equivocaste y la amolaste, Mike.”

“Te dije que no servía para nada.”

“Deberías haber insistido sobre esto.”

“Te dije lo que sabía.  ¿Quieres que la próxima vez invente algo?”

“No, no, todo lo que vale aquí es tu palabra.  Tienes razón.”

Vacilando, agregó, “Woody era dorado, durante un tiempo, cualquier hombre blanco que dice que necesita una punta la recibe.”  Encogiéndose de hombros, soltó la risa y dijo, “Yo no estoy encerrado, así que me imagino que ellos saben que es un mentiroso.  Todo está bien.”

“Fenomenal.” Empecé a alejarme. “Nos vemos, Easy.”

“Espera. Creo que me debes una.  Necesito que dejes que mi paisa Smiley se mude a tu casa.”

Mi compañero de celda se acababa de mudar con un hondero de tinta para que su pecho fuera acribillado con tatuajes, así que tenía un camastro vacío.

“Mi compañero de celda va a regresar después de completar sus tatuajes.”

“Recibe a Smiley hasta entonces.”

Yo no quería a Smiley.  Estaba en sus treintas, medía cinco pies con siete u ocho pulgadas y pesaba entre trescientos y cuatrocientos libras.  Tan ancho como era alto, un cubo.  Algunos de los peores tatuajes hechos en prisión cubrían su cara y cuerpo.  Mi único contacto con él, a la fecha, había sido cuando gritaba de una mesa a la otra en el comedor, “¿Te vas a comer eso?” “Sí,” le contestaba, aún si no lo quisiera comer.  Odio los malos modales.

Rastreo de comida era más que un pasatiempo para Smiley, era un aspecto primario de su sistema de creencias.  Él no lo veía como malos modales.  Vivir juntos sería un severo choque cultural.

“Easy, no creo que seríamos compatibles.”

“No es exactamente algo nuevo, nadie quiere vivir con Smiley.  Pero es mi paisa de Sacramento. Fuimos compañeros de cárcel en High Desert.  Simplemente hazme un favor y habla con él, ¿O.K.?”

Reacio, asentí.

“Tranquilo, mi dawg,” expresó con emoción Smiley, “Estuvimos encerrados 24/7 en High Desert.”

“Ese no es mi estilo de vida,” hice todo lo posible para que Smiley me rechazara. “No se permite ningún tipo de alcohol en la casa.  Si los polis lo descubren, tendré que pasearme contigo y no estoy listo para eso.”

“Yo aceptaré la culpa,” insistió Smiley.

“Una bolsa de vino es demasiado grande, los polis no creerán que no sé de qué se trata.”

“¿Y qué de substancias químicas?”

“Me imagino que si no me doy cuenta de ello, no me importa.  Estoy la mayor parte del día en la Oficina de Servicios y cuando estoy en casa estoy estudiando mis materias de universidad.  Necesito un compañero que pueda mantenerse callado.  ¿Puedes estar tranquilo?”

“No tengo aparatos eléctricos. ¿Puedo ver tu televisión?”
No es una desgracia estar económicamente quebrado.  Cuando yo estaba en San Quintín, pasé por un divorcio.  Le había dado control de mi cuenta de banco a mi pronto-por-ser-ex esposa, así que mientras estábamos en los trámites de divorcio, no tuve acceso a dinero por casi un año.  Tenía un radio, una televisión para llenar mis horas vacías, pero al pasar de los meses mis zapatos se desgastaron bastante.  Sin decirme, mis compañeros condenados al pabellón de la muerte se juntaron para mandarme zapatos nuevos. “Que bueno que conseguiste unos pateadores decentes,” mi amigo Bill, cuya madre había mandado los zapatos dijo, “eras una total vergüenza.”

“Tengo que ver los videos de la universidad en mi televisión,” le contesté a Smiley.  “Easy me pidió que platicara contigo, y ya lo hice.  Le diré mi decisión a él.”

“Definitivamente no somos compatibles,” se la aventé a Easy.

“Solo inténtalo durante un minuto.” Easy me dio una palmada sobre el hombro con su enorme mano. “Si no funciona, le buscaré otro lugar.”

“No tiene ningún aparato eléctrico.  Le conseguiré una televisión, pero sus paisas tienen que aportar.”

“Te tenemos a ti.  Smiley tiene un plan, Mike, él encontrará una taloneada.”

Tomando de mi valioso tiempo para mis estudios, estuve revisando algunas cajas para idiotas.  La primera podría haber conseguido gratuitamente, pero múltiples reparaciones parchadas significaban un incendio en espera de suceder.  Paso.  El segundo costaba treinta y cinco dólares y era una mejoría enorme, pero todos los botones se le habían caído, por lo tanto se usaba un lápiz para prenderla, apagarla, y cambiar los canales.  Tal vez.  La tercera costaba cincuenta dólares y estaba inmaculada.  El tipo que la vendía estaba por salir en libertad condicional y quería comida para dar un festín de despedida.  Me fui a la tienda de la prisión e hice un intercambio por el aparato.

“Súper,” Smiley dijo feliz cuando le entregué el aparato. “¿Me mudo contigo?”

Me encogí de hombros, encontré a Easy, y le pedí cuatro frascos de Folgers en pago de su parte.  Tomándolos de su estante, me los pasó.

“No le voy a pagar al empleado para que le mude sus cosas.”

“Drifter es un paisa.  Yo lo tengo,” Easy me aseguró.

Smiley se presentó a mi puerta con la televisión y muy pocas cosas adicionales, un par de bolsas de plástico grandes llenas de lo que parecía basura.

“¿Qué es eso?”

“Para sostener las cartas,” contestó y deslizó las bolsas debajo de la cama. “Tengo problemas en subirme a la cama superior de la litera. ¿Podrías cambiarte tu arriba?”

“Yo estoy viejo, y no me voy a hacer más joven. Tú estás gordo y puedes perder peso.”

Contrariado, colocó su televisión en la cama superior y se subió en su cama.
“¿Quieres café?” le pregunté.  Se alegró un poco.  Llenando mi olla eléctrica, le dije, “La puedes usar, pero tiene un corto circuito.  Cuando está conectada, no la muevas o causará un apagón.  Tenemos que tener cuidado hasta que llegue la nueva que ordené.”

“Mike,” dijo en forma sarcástica, “No sé usar una olla eléctrica.”

“Simplemente, ten cuidado.  No provoques un apagón.”

“No lo haré.  Ey, hace calor acá arriba, ¿puedes mover tu ventilador para que pueda tener más aire?”

“No.”

Smiley hizo pucheros pero no dijo nada y sorbió el café que le pasé.

Después de un rato, el tiempo de recreación en el salón de reunión fue convocada y salimos.  Mi dirigí hacia el teléfono.  Smiley se dirigió directamente al podio del oficial y empezó a cantar con el Oficial Fernandez. El hombre gordo botaba para arriba y para abajo como una pelota de playa.  Se estaban riendo.  Smiley era como un bufón de la corte.
En el teléfono, le dije a Rene acerca del peso de Smiley y su petición de aire.

“Si hace ejercicio, simplemente caminar aproximadamente veinte minutos al día, le mandaré un ventilador,” ofreció ella.

“Se lo haré saber.”

“¿René haría eso por mí?” Exclamó Smiley cuando estábamos de regreso en la celda.

“Solo si haces ejercicio.”

Acomodándome en mi cama, empecé a leer ciencias políticas.

“Mike, ¿en dónde están las sopas en la lista de compras de la tienda?”

“Allí,” apunté.

“¿Y el café?”

Colocando mi libro a un lado, le pregunte, “¿Sabes leer?”

“Un poco. Puedo deducir las cosas.”

Repasamos la lista completa, y Smiley tenía la capacidad de memorizar el lugar en que se localizaba cada artículo.  Sorprendente.

“Mi paisa, Risky, me está comprando una caja con sopas y un frasco de café.”

“Es bueno de su parte.” Empecé a abrir mi libro de nuevo.

“¿Qué estás leyendo?”

“La forma en que se escriben las leyes en Washington.”

Vacilante, dijo, “Sé que Washington se encuentra en algún lado en el norte, pero en ocasiones, en la televisión parece que está hasta el este.”

“El estado de Washington está en el norte.  Washington D.C. está en el este, es el capitolio de los Estados Unidos.”

“Lo he visto en el mapa de pronóstico del tiempo,” reconoció Smiley. “Pero, ¿por qué queda el capitolio hasta allá?  Sacramento es la capital de California y queda más o menos en medio. ¿Por qué no poner a Washington en medio?”

“Quedaba más o menos en medio cuando habían solo trece estados.  George Washington era de Viriginia y el capitolio queda cerca de su hogar, Mount Vernon.”

Smiley se veía confuso, pero no preguntó más.

“¿Que tan lejos llegaste en la escuela?”

“No muy lejos.  Mi papá era un motociclista, entrando y saliendo de prisión, así que vivimos en la Sección 8 habitacional en el gueto.  Yo era el único chico blanco en la escuela, así que seguido estaba en peleas.  Cuando llegué al séptimo grado, dejé de ir.”

“¿Qué hiciste?”

“Merodeaba por las calles, hurtaba, vendía drogas, y cuando tuve más edad, robé carros.  No fue hasta mi primer término en la cárcel que empecé a robar.  Mi papá murió en prisión a causa del SIDA con que se contagió de una aguja contaminada. Mi mamá se mudó de nuevo a Iowa.  Para entonces, yo estaba en prisión, pero cuando salí me fui para allá también.”

“¿Por qué regresaste?”

“Robé una tienda de licor. Los policías que me agarraron se dieron cuenta de que tenía una orden de arresto en California, así que no se tomaron el trabajo de ponerme cargo.  Se me envió de regreso en la primera cosa que fumaba [tren].  Todo por lo que me buscaba California era porque no me reporté con mi agente de libertad condicional, así que pagué 6 meses por violación, y volví a salir.  Pero mi mamá me dijo que no regresara a Iowa,” dijo con tristeza. “Me imagino que fue lo mejor. Probablemente me hubieran sentenciado por el asalto si hubiera regresado.”

“Está bien, Smiley.”

Me vino a la mente que con excepción de un viaje a Iowa, todo lo que conocía Smiley era unas cuantas cuadras del gueto de Sacramento y variados patios de la prisión.

Cuando yo llegué a Pleasant Valley, no tenían mi historial de educación, por lo que me colocaron en una clase de G.E.D. (Diploma para Educación General). ¿Cómo rayos se les pasó Smiley?
Acostado en su cama, Smiley deslizó sus manos bajo su grasa abdominal y desaparecieron de vista.  Hoyo negro.

Después de la cena, Smiley se separó para recoger sus medicamentos psiquiátricos. “En ocasiones caigo en depresión,” dijo.

Cuando me alcanzó, metió la mano bajo su panza y sacó una bolsa transparente llena de pastillas. “¿Es como mi caja de seguridad?” le dio palmaditas a su panza.

“Pensé que estaban triturando las pastillas.”

Easy consiguió que un sabueso legal en la biblioteca de leyes sometiera unos documentos para la corte.  Hasta ahora me han regresado las pastillas de morfina y neurontina.  No es legal triturar los medicamentos con tiempo de liberación.”

En la mañana, le hice una taza de café a Smiley y salí con un permiso de salida temprana para educación.

En el descanso matutino de la escuela, vi a Smiley corriendo en el patio.  “Dile a René,” gritó mientras pasaba volando.

Buen trabajo, Smiley, pensé y seguí con mis actividades del día.

Después de clases, regresé a casa, a una celda oscura.  Hubo un apagón.

“Risky me dejó las sopas y el café,” explicó Smiley, “Cuando intenté usar la olla eléctrica, se fue la luz.”

Los guardias no vuelven a poner el interruptor a solo que uno entregue el electrodoméstico fallo, así que tomé la pasta de dientes de mi estante, una que compré de Boxer y quemé un calentador hechizo.  Después que lo entregué en el podio del oficial, el Oficial Fernandez fue a nuestra celda y subió el interruptor.

“Gracias, Fernie,” escuché a Smiley decir, “mi compañero está haciendo de las suyas.” Se rieron juntos.

Retirándome en silencio, me dirigí a las regaderas e intenté bajar los humos.

“Mira,” le dije a Smiley cuando estábamos de regreso en la celda, “te dije que la olla eléctrica…”

“He estado en la cárcel durante mucho tiempo,” Smiley me interrumpió. “No necesito escuela.”

Casi volviéndome nuclear, noté por primera ocasión sus ojos vidriosos.  Rápidamente rastreando la celda con la mirada noté en la orilla de su cama residuos de pastillas que había triturado para esnifar [meter por su nariz].

“Claro, tienes razón,” le dije en forma golpeada, “no hay razón de educar a un pastillero.  De ahora en adelante, no toques mis cosas o vamos a tener problemas.”

“Tengo mis propias cosas en camino,” replicó Smiley en forma críptica.

Después de la cena, nuestra reja de celda se abrió.  Smiley pareció estar esperando esto y salió rápidamente. Viendo hacia fuera, observé al Oficial Fernandez abrir la oficina de los guardias y a Smiley entrar y empezar a limpiar.

“¿Qué demonios?” Decidiendo considerarme bendecido de que estaba fuera de mi celda, empecé a estudiar.

“Mike,” Smiley estaba a la puerta. “Necesito pedir prestado un CD.”

“No.”

“No es para mí.  Fernie tiene una grabadora en la oficina y vamos a usarla.”

Le entregué mi CD menos favorito.

“Ese no,” protestó Smile. “Fernie quiere escuchar tu CD de Led Zeppelin.”

“¿Cómo demonios sabe que tengo un CD de Led Zeppelin?” le pregunté abruptamente.

“Este,” tartamudeó Smiley, “no se lo tienes que prestar.”

“Ah, claro, él puede venir aquí y llevarse todo lo que me pertenece.  ¡Toma!” le aventé a Smiley el poderoso Led Zep. “¡No regreses a casa sin él!”

Smiley regresó después de unas pocas horas con el CD y una olla eléctrica y un ventilador.

“¿De dónde sacaste los electrodomésticos?”

“Del baño del personal.  Tienen todo tipo de cosas allí que han confiscado.”

Aparentemente, limpiar la oficina de los guardias y el baño del personal le provocó hambre a Smiley.  Cocinó cuatro sopas de Ramen Noodles y después se comió dos más en crudo antes de irse a la cama.

Ya que tenía su propio ventilador, Smiley dejó de caminar y pareció ponerse más gordo día a día.  Cuando llegaba a casa de la Escuela, él estaba escribiendo cartas, aparentemente copiadas de un templete de carta que había conseguido en algún lugar y las mandaba cada noche.  La mayoría de sus cartas se regresaban con un letrero de NO ENTREGABLES, pero cuando sí recibía respuesta, rápidamente se la llevaba a Easy y conferenciaban en ocasiones durante horas.

Después de la cena, Smiley se iba a la línea para recibir medicamentos y regresaba a casa con pastillas, en ocasiones, varias bolsas escondidas bajo la gordura de su panza.  Las noches que trabajaba el Oficial Fernández, Smiley se dirigía hacia él y regresaba la mayor parte de las noches con electrodomésticos tales como ventiladores, radios, televisiones, ollas eléctricas, y en una ocasión una máquina para escribir.  Yo no tenía problema con eso ya que podía estudiar en paz.

“¿A dónde llevas todos esos electrodomésticos?” le preguntaba.  Para cuando regresaba a la casa de la escuela al siguiente día, ya no estaban.

Smiley pasó por todas las cien celdas en nuestro edificio, nombrando los prisioneros en cada celda, qué electrodomésticos tenían dentro de la celda y qué cosas tendrían interés en comprar.  Yo estaba asombrado.  Sin duda que hubiera sido un gran vendedor de autos usados, especialmente ya que tenía una singular falta de ética.  Alguien se contactó con Smiley sobre el deseo de un tipo específico de radio.  Encontró uno en una de las celdas y le pidió a Fernandez que lo confiscara.

“¿Estás loco?” le pregunté a Smiley. “El radio es todo lo que este tipo tenía en el mundo.  No solamente está mal, sino que puede metérsele en la cabeza apuñalarte.”

“Él no sabe que yo lo tengo.  Ya se vendió y salió,” Smiley dijo como si nada.

Cuando Smiley estaba haciendo sus rondas buscando producto y clientes, en ocasiones el oficial de la torre de control le decía que se regresara a casa.  Con un gran movimiento de brazos y piernas, hacía parecer como si estuviera obedeciendo, pero realmente no se movía.  Cuando la atención del oficial se dirigía a otro lado, él continuaba haciendo sus rondas.

Drifter y Risky se acercaron a Smiley. “Quiero el radio digital que recibiste anoche,” dijo Risky, “pero diez dólares es mucho.  ¿Qué te parecen seis?”

“El precio es diez.” Smiley se mantuvo firme.

“Risky te ha estado comprando sopas y café cada mes,” discutió Drifter.

“Es tu paisa.  Necesitas darle un descuento.”

“Necesito respetar mi negocio.”

“Los electrodomésticos que los polis confiscan son mi movida,” replicó cortante Drifter, empezando a enojarse. “Yo soy el maldito encargado del edificio.  Solo te lo permito porque eres un paisa.”

“Voy por Easy,” amenazó Smiley y se fue.

“¿Cuál es el asunto entre Easy y Smiley?” me pregunté.

“A Smiley no lo pueden esculcar,” ofreció Drifter y Risky asintió.

“¿Qué?”

“Si Smiley recoge droga en el Cuarto de Visitas, tiene tantos dobleces en su grasa que es inesculcable. Easy y Smiley tenían un negocio con una mula [transportador de drogas ilegales] en High Desert.  Lo estaban llevando a cabo.”

“Smiley no ha recibido visitas en este lugar.”

“Smiley salió en libertad condicional y en el transcurso de veinticuatro horas ahorcó a la mula.  Esa es la razón por la que cayó en este lugar.  Ahora necesitan encontrar una nueva conexión para su negocio.”

“Así que, ¿a eso se deben todas esas cartas?”
“Sí, Smiley ha estado escribiendo a cada casa de drogas ilegales en el vecindario, buscando a una prostituta de drogas con un record lo suficientemente limpio para que la aprueben para visitas.  Una vez que encuentren una, podrán seguir con su negocio.”

“¿Y cuál es la situación con Smiley y Fernandez? ¿Él está involucrado?”

“No,” negó Drifter. “A los guardias les divierten los tontos, y Smiley actúa como uno para ellos.”

Easy se acercó junto con Smiley. “¿Cuál es el problema?”

“Ningún problema,” hicieron eco Risky y Drifter.  Smiley observó con una sonrisa de triunfo.

Al paso de los días, Smiley se puso más y más loco, cargado con Pharma Bliss [droga].  Frecuentemente, llegaba a casa y él estaba sentado en la celda, desnudo, y con las luces apagadas, mirándo fijamente hacia algo que solo él podía ver.  Perturbador.

“Voy a traer a un hondero de tinta a la casa este sábado,” me informó Smiley, “me van a poner un tatuaje de un billete de dólar.”

“Ve a su casa.”

“No te estoy pidiendo permiso, te estoy diciendo.”

“Y yo te digo que no.”

“Le voy a decir a Easy.”

“Yo se lo digo.”

Alcancé a Easy y le informé que no estaba funcionando, que necesitaba buscar otro lugar para Smiley.

“¿Qué pasa ahora?” preguntó con un profundo suspiro.

“No me gusta mucho la idea de las pastillas, pero…”

“¿Cuáles pastillas?”

Repasé la historia de un Smiley desnudo, drogado, en una celda oscura.

Con la cara apretada debido al enojo, Easy le ordenó a Risky encontrar a Smiley.

“¡Te dije que te mantuvieras limpio hasta que encontraras una mula!” Easy pegó su cara contra la de Smiley.

“Estoy limpio,” mintió Smiley.

“Te apuesto que tiene pastillas escondidas en su panza”, agregué. “Tal vez las podamos encontrar allí, tal vez no, pero revisa la orilla de su cama.  Tiene una capa apelmazada de pastillas trituradas, ya que es tan flojo para limpiar.”

“Tú trituraste las pastillas,” dijo Smiley con desesperación.

Moví mi cabeza en negación, e Easy dijo, “Todos saben que Mike no usa pastillas.  Es por eso que te puse con él.”

Voltéandome a ver, Easy dijo, “Lo tengo bajo control, Mike.” Me alejé de allí.

Un regañado Smiley llegó a casa.  “Easy me dijo que estuve mal y que ya no tendrá nada que ver conmigo si vuelvo a mentirle. ¿Por qué me echaste de cabeza?”

“No tendrías que preocuparte si no le mintieras a tus paisas.  No vas a traer a nadie a esta casa el sábado, ni ningún otro día. ¿Me entiendes?”

Con la vista al piso, Smiley asintió con la cabeza.

Evil me buscó en la escuela.  “Tu compañero de celda no ha estado pagando su papel con cincuenta dólares de heroína.  Yo sé que no estabas allí cuando el acuerdo se cayó, pero estarás allí cuando los vatos locos lleguen a tu casa a cobrar.”

Súper. Smiley ha estado en negocio grande.  “Gracias por el aviso, Evil.  Evita que los vatos locos entren en mi celda y yo regresaré a ti con una parte para mañana.”

“¿Vas a apropiarte de la deuda?”

“Para nada.” Negué con la cabeza.  “Smiley pagará o lo arrastraré hacia el patio lentamente y le daré a los vatos locos puerta abierta para atacar a mi compañero de celda.”

“Mañana.”

Entrando a mi casa, empujé a Smiley. “¡Paga tu deuda de heroína ahora mismo!”

“Necesito tiempo.”

“¡Vende tu televisión, habla con Fernandez para conseguir una grabadora, pide prestado de tus paisas.  Paga tu deuda y empieza a buscar una nueva celda!”

“A nadie le gusta vivir conmigo,” Smiley dijo con entonación de mucha tristeza.

“¿A poco?  Paga la deuda o te van a pasar cosas verdaderamente malas.”

“Lo arreglaré esta noche.  Solo no le digas a Easy.”

“Si no oigo mañana en la mañana que la deuda ha sido pagada, voy a darles a los vatos locos un pase gratuito dentro de la casa para cobrarse y le voy a decir a Easy que te estás enfermando en vez de buscar solución al negocio.”

“¡Estoy solucionando el negocio!”

“¿Entonces, dónde está tu contacto? Me imagino que sería más fácil encontrar uno si no los ahorcaras.”

La boca de Smiley se abrió en sorpresa, dándose cuenta de que yo sabía que su único punto a favor con los del Billete de Dólar era que era inesculcable, un talento que no sirve de nada si no hubiera una mula que se le acercara.

Smiley se alejó rápidamente cuando Fernandez lo dejó salir en la noche, e Evil confirmó a la siguiente mañana que había pagado la deuda.  Pero yo simplemente quería que se fuera.

Mi amigo John, con quien compartía computadora en la escuela, se apareció a clases con un tatuaje de billete de dólar en su mano.

“Siempre pensé que tenías una cabeza cuerda sobre tus hombros,” le dije, “¿Por qué te unirías a los del Billete de Dólar?”

Viéndose avergonzado, simplemente se encogió de hombros.

“¿Estás limpio?” Easy le preguntó a Smiley a la puerta de nuestra celda aproximadamente una semana después.

“Sí, sí,” asintió con su cabeza efusivamente, “Te dije que me mantendría limpio hasta que consiguiera una conexión.  El negocio está en primer lugar.”

“Llena esto.” Easy pasó un frasco para muestra de orina bajo nuestra puerta. “Estoy en la lista de prueba al azar para drogas hoy.  Necesito una muestra limpia.”

Pasó un mes y Smiley había escrito carta tras carta, pero aún no había seducido a la estrella de rock, alguna nena en necesidad de dinero, la cual haría lo que fuera para conseguir cocaína en piedra para servir como mula para los del Billete de Dólar.

“Deprimido,” refunfuñaba y escarbaba a través de su bolsa de cartas, frenéticamente buscando el papel correcto que lo llevaría al tesoro.

Más y más loco por las substancias químicas, descompensándose, su rutina cómica se desvaneció.  El Oficial Fernandez dejó de estarlo cuidando.  Aun usando droga, a pesar de sus promesas a Easy, su dinero empezó a desvanecer.  Los tiburones lo circulaban pidiendo el pago por el Pharma Bliss que le habían dado por adelantado.  No iba a esperar el inevitable choque de tren.

“Smiley está hecho un manojo de nervios. Está en deuda con la escoria.  Lo quiero fuera,” se la puse a Easy.

“Estoy tratando este asunto con él,” me aseguró Easy.
“Bien. Le diré que empaque sus cosas.”

“¡No lo hagas!” Easy me tomó del brazo. “Si lo sacas, hará una tontería.”

“No importa.”

Su mano apretando mi brazo con más fuerza. “Necesitas escucharme y quedarte bien quieto.  Aún las mulas no hacen acuerdos con el ahorcador Smiley.  Es negocio malo.”

“Entonces, deshazte de él.”

“No.  El reporte del laboratorio llegó.  La orina que me dio estaba sucia.  Recibí un reporte de violación de las reglas, y voy a perder mis visitas durante un año y voy a tener que pasar por examen mensual para drogas mandatorio.  Le dije que si me volvía a mentir, estaría terminado.  Le voy a cortar su cara para que me recuerde cada vez que se vea en el espejo. ¿Me entiendes?”

“Te entiendo, Easy.”

Smiley se había estado bronceando en el sol de Easy durante mucho tiempo y si ahora se quemaba, que así fuera.

Dando corriendo vueltas durante el descanso de la escuela, tres Billetes de Dólar asaltaron a un muchacho blanco al azar.  No tenía idea del por qué de la golpiza.

Arrastrando a los tres Billetes de Dólar, los guardias se fueron a buscar más.  Cada mano blanca fue revisada para ver si tenían el tatuaje del billete de dólar, y cualquiera que hallaban los mandaban al hoyo.  Easy fue escoltado por dos guardias, seguido por Risky, Drifter, John, cuya mano aún estaba sanando del tatuaje del billete de dólar; todo el equipo se fue.

Después de una hora más o menos, los que nos echamos al piso en el patio pudimos levantarnos e irnos a casa.  Smiley no estaba allí.  Me imagine que lo habían llevado en la barrida y respiré libremente por vez primera en mucho tiempo.

La puerta se abrió.  Smiley entró y brincó sobre mí mientras estaba acostado en mi camastro.  “El no recibir el tatuaje en mi mano me salvó.  Gracias a ti, Mike,” exclamó y me abrazó.  Aunque estaba agradecido que estuviera usando ropa, su peso me comprimió y sofocó.

“Quítate de encima de mí, Smiley.”

Radiante, se levantó y rebotó alrededor de la celda.

La puerta de nuestra celda se volvió a abrir, asomándose el Oficial Fernández. “¿Vas a ir con tus paisas?” le preguntó a Smiley.

“Ni siquiera conozco a esos tipos.”

Después de que se cerró la puerta, le pregunté en forma seria, “La orina de Easy regresó sucia y él iba a cortarte la cara.  Todos lo sabían menos tú.  Sabes que estoy diciendo la verdad porque sabes que estabas sucio cuando le diste a Easy la muestra de orina y mentiste al decirle que estabas limpio.  ¿Existen algunos otros del Billete de Dólar que no tienen tatuaje?  Parece que aún hay posibilidad que alguien pueda cortarte la cara, Smiley.”

El temor se proyectó, Smiley rápidamente se dirigió a la puerta, detuvo a Fernández y se alejó.

-El Fin-

Michael Wayne Hunter C83600
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Coalinga, CA 93210



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