Monday, January 28, 2008

¿Se Encuentra Un Doctor En Casa? – Parte 1

Lunes, Enero 28, 2008

Era mi intención escribir en relación a todo este sórdido episodio una vez que se hubiera alcanzado alguna forma de resolución, para poderle dar un giro un tanto más alegre. Desafortunadamente, han pasado tres meses y un poco más, y no he llegado más cerca a estar satisfecho lo que estuve en los primeros tres segundos. Estoy titulando esto como “Parte 1” con la esperanza de que, en algún tiempo futuro, pueda escribir la “Parte 2”, en donde cabalgo hacia la puesta del sol de la suite de quirófanos y las enfermeras sexy sanan mi cuerpo quebrado. Suspiro. En ocasiones soy tan tonto. Mientras hay probabilidad de que nada de eso llegue a suceder, soy cautelosamente optimista de que algún día logre escribir el final de esto. Espero que ser optimista no equivale a ser un masoquista, lo cual generalmente es el caso cuando está involucrado el Departamento de Justicia Criminal de Texas.

No toma mucho tiempo llegar a hastiarse debido a la forma en que nos tratan aquí. Tratas de reordenar tu forma de pensar para dar cabida a la situación, para evitar que te vuelvas loco. Uno de mis vecinos de hace mucho tiempo, Lester Bower, con rapidez me puso al tanto en cuanto al cuidado médico, poco después de mi llegada. “No te lastimes”, fue la suma de lo que tuvo que decir sobre el tema. Estaba convencido que las cosas no podían ser TAN malas. En la cárcel del condado, el cuidado médico es casi inexistente, pero, para la mayoría, no importa mucho, ya que solamente están en la cárcel por cortos períodos de tiempo. Se vuelve un poco más problemático cuando estás allí por dieciocho meses, como yo. Te llegas a acostumbrar. Aquí en el Departamento Correccional de Texas, todo el cuidado médico es proporcionado por el Hospital de la Universidad de Texas en Galveston. Si eres un prisionero de la Población General, y tienes un problema médico, simplemente le pides al guardia que te proporcione un documento para reportar que estás enfermo, el cuál entregas esa noche cuando recogen la correspondencia. Al siguiente día, te mandan llamar al edificio médico, el cual, aquí en la Unidad Polunsky, se le denomina Edificio -10.

En el Pabellón de los Condenados a Muerte (y otras secciones de los segregados administrativos), el proceso es un poco más complicado. En teoría, las enfermeras deben hacer sus rondas una vez a la semana para entregar los documentos de reporte de enfermedad. Esto no sucede, así que realmente procuras tener varios a la mano cuando se puede. Vamos a decir que empiezas a sentirte enfermo. Llenas el documento y lo colocas en tu puerta (por ejemplo, yo he fabricado una caja para correspondencia que está pegada con cinta en la puerta), para que los oficiales lo recojan a la siguiente mañana a las 5:00 a.m. Generalmente toma alrededor de una semana para que dos guardias (llamados el “equipo de escolta”) vengan a tu celda y te acompañen (con tus manos esposadas detrás de tu espalda, como siempre) a la oficina de la enfermera. Esta pequeña oficina se encuentra en el Pabellón, por conveniencia. Si tu problema es suficientemente serio, te dan cita para ver un doctor, lo cual generalmente toma otra semana. De esta forma, las enfermeras básicamente son las guardianas de la puerta, evitando que los doctores tengan visitas innecesarias. Para llegar al edificio 10, tienes que usar grillos adicionales, incluyendo grilletes de piernas, y un cinturón que está conectado, vía cadenas, a tus piernas y tus muñecas esposadas (esto es solo para los que están en el Pabellón). Aprendes a caminar con el arrastre del convicto, un tipo de pequeño y rápido brinco, lo cual es necesario debido a que la cadena que conecta a tus dos pies es de aproximadamente solo 12 pulgadas de largo. Bueno, una vez que llegas al Edificio 10, esperas para ver al doctor. Por lo menos, así es como se supone que debe ser. Mis experiencias de los pasados meses me han llevado a creer que el Hospital de la Universidad de Texas en Galveston está usando ahora la versión del Tercer Reich de la Anatomía de Gray (el libro, no la serie). La información que a continuación les comparto es totalmente verdadera. No la estoy dramatizando en forma alguna, y tengo documentos para respaldar la mayor parte de ella.

Un poco de historia antes de comenzar. Durante el cargo del crimen por el cual estoy condenado, se me balaceó a una distancia de tres pies con una bala de punta hueca. Las puntas huecas, para aquellos de ustedes que no son aficionados a pistolas, básicamente se abren como una flor cuando pegan contra algo duro (en este caso, mi bíceps izquierdo). Esta acción de abrirse evita que salgan del blanco las esquirlas de la bala, lo cual produce una lesión masiva interna. Básicamente, ahuecó mi brazo, desintegrando el hueso desde mi hombro hasta mi codo. Los médicos eventualmente insertaron una varilla de titanio, la cual conecta mi hombro a mi codo con clavos. (Para aclarar, los médicos del mundo libre fueron los que hicieron esto). Se suponía que los fragmentos del hueso debían emigrar al centro del brazo, y regenerarse alrededor de la varilla. En una radiografía, las esquirlas de la bala (que estaban en mi brazo izquierdo) se ven como un brillo blanco, abarcando desde un poco más arriba de mi codo hasta un poco más abajo de mi hombro. Estos pedazos de hueso roto eventualmente se fusionarían alrededor del hueso, lo cual prevendría que el metal desgarrara mi músculo cada vez que me moviera (aunque esto tomó dos años). Durante el tiempo en México, tuve que tener mucho cuidado con mis movimientos, ya que mi brazo en realidad no era una estructura que pudiera cargar mucho peso. No fue hasta que me arrestaron que pude empezar a hacer ejercicio, aunque esto era vacilante, siendo principalmente sets cortos de lagartijas. Me tomó 18 meses para que pudiera realmente empezar a llevar un programa auténtico de ejercicio. Tuve la bendición, al llegar al Pabellón, de vivir al otro lado de un tipo llamado C-lo, el cual es, por falta de una mejor palabra, un fanático de la naturaleza. Juro que solo es parte humano.

Bueno, él realmente me motivó a hacer caso omiso al dolor de la tendinitis y del bloqueo mental que me decía que estaba medio lisiado. El fue el que me introdujo a “sacar humo”. Aún cuando los prisioneros en el patio de recreación están separados por rejillas de metal y una valla de metal, aún así se puede divisar bastante bien a la otra persona. Frecuentemente llegamos a salir juntos al patio. Cuando le comenté que estaba interesado en agregar un poco de masa, se sonrió, y yo debería haber salido corriendo, pero soy un idiota. Me dijo que hiciera 12 lagartijas. Me encogí de hombros, no impresionado, e hice mis 12. Al terminar de hacer las mías, inmediatamente se dejó caer e hizo 12. Lo seguí. OK, ok, 12 lagartijas no es mucho para impresionar, les concedo. Intenten hacer esto durante diez minutos. Después háganlo durante 45. La primera vez que terminamos nuestro set, no podía decidir si quería desmayarme o vomitar primero. El estúpido, feliz, se levantó de salto e hizo unos cuantos millones de levantamientos de cuerpo, tocando con la barbilla el lugar en donde se sostenía con las manos (estoy bromeando), pero bien pudieran haber sido tantos, en el estado en que me encontraba. Después de muchos meses, yo pude efectuar este ejercicio 300 veces con mi brazo izquierdo, al finalizar la competencia de” sacar humo”. El 27 de Octubre, estaba haciendo estos últimos sets cuando escuché un sonido masivo de algo quebrándose que provenía de mi brazo izquierdo. Conozco mi cuerpo, y la multitud de sonidos que provienen de él, y éste no era uno que hubiera escuchado anteriormente (y francamente, espero no volver a escuchar). Segundos más tarde, supe que había causado algo serio a mi cuerpo, porque olas de dolor comenzaron a bañarme. No soy un extraño para el dolor, pero mi cuerpo me decía que no estaba feliz, y que tampoco se sentía tímido en expresar su infelicidad. Antes de que cayera la noche, el bíceps superior se había inflamado hasta llegar a tener un tamaño doble a lo normal, lo cual sería maravilloso en circunstancias diferentes, pero no en estas.

Y ahora llegamos al problema. Esa noche, llené el documento de reporte de enfermedad y lo entregué. Esa noche fue muy dolorosa. Me fabriqué un cabestrillo, el cual usé para sostener mi brazo, permitiéndome acostarme en mi cama sin poner demasiada presión sobre el codo y el hombro. Esperé varios días por una respuesta, pidiéndole a cada guardia que pasaba, que llamaran al médico de mi parte. Nadie lo hizo, aunque hubo algunos que consideraron gracioso que mi brazo estaba todo amolado. Finalmente hice algo, que tuve que hacer, para lograr que me pusieran atención. Así que me fui al cuarto de recreación, con todo y el cabestrillo. Tan pronto me pusieron dentro de la jaula, me quitaron las esposas (un procedimiento bastante doloroso, cuando tienen que esposar tus manos detrás de tu espalda teniendo un brazo fracturado). Inmediatamente le dije a los oficiales que tenían exactamente dos horas para conseguirme atención médica, o se iban a tener que “trajear” para sacarme a la fuerza de la jaula. Lo que quise decir con esto era que no tenía intención alguna de salir de allí, y que iban a tener que traer el equipo de extracción, con todo y su armadura. Esto requiere mucho papeleo, y apuesto que parecería más fácil que me trajeran a la enfermera. Sí lo hicieron, para alivio mío, ya que no dudaba que la falta de mi brazo dificultaría mi habilidad para defenderme, si llegara a venir el equipo por mí. La enfermera me revisó brevemente, y dijo que necesitaba ver un doctor. Afirmó que iba a programarme para una radiografía, aunque nunca lo hizo. Esperé otras tres semanas, y mandé varios (4) documentos de reporte de enfermedad antes que me llevaran, por fin, a ver al médico (esto fue el 24 de Noviembre). Voy a llamar a este médico el Dr. P. Revisó mi brazo, encadenado como estaba, y dijo que era obvio que había sufrido alguna forma de lesión traumática (pues claro, Sherlock). Nunca se movió de detrás de su escritorio. El 28 de Noviembre, regresé al Edificio 10 para que tomaran mi radiografía. Por alguna razón, la radiografía fue ordenada de mi codo, de acuerdo al Dr. P. Debido a que la lesión se encontraba, obviamente, en el bíceps superior (el hueso presiona contra la piel), el técnico radiólogo tomó imágenes de tanto el codo como el hombro/brazo. Ella reveló éstas mientras yo esperaba, y tan pronto como puso las imágenes en la pantalla de luz, exclamó: “Pues sí, te fracturaste el brazo…parece que en múltiples lugares.” Me informó que las radiografías necesitaban mandarse al hospital John Sealy en Galveston para ser examinadas. Me dijo que eso tomaría aproximadamente una semana. No fue hasta exactamente un mes después (el 28 de Diciembre) que el Dr. P. me llamó abajo a su oficina. (Muy apto que instintivamente uso la palabra “abajo a” en vez de “hacia su”…como si estuviera siendo llamado a un nivel más bajo del Hades o algo así). Y continuando. Una vez que fui sentado detrás del escritorio del Dr. Goebbal, este…, del Dr. P., me informó que tenía artritis en mi codo. Dijo esto con una cara tan seria, que pensé que tenía algo más que agregar a este comentario. Cuando no dijo nada más, le dije que no dudaba eso, pero, ¿qué del resto del brazo? “No existe ninguna lesión aguda al brazo”, afirmó.
Me quedé allí sin poder creer lo que oía, “Así que,… ¿perdón? ¿Entonces, su diagnóstico previo fue incorrecto?”

“No hice tal diagnóstico.”

“Así que, lo que me está diciendo, doctor, es que la artritis en el codo está causando que mi hueso se vea saltado, presionando contra la piel, y que aún no pueda usar mi hombro.”

En este momento, se volvió extremadamente agitado, y le dijo al equipo de escolta, capitaneado por el Oficial Moss, que me llevaran de regreso a mi celda. Aparentemente estaba despedido. Le dije que esperara, y le pregunté si me podía dar medicamento para el dolor. Me contestó que no. “Así que, no le importa que mi brazo izquierdo está inhabilitado, y después de dos meses de dolor, que me sigue doliendo. Bien. Quiero unos documentos para liberar mi expediente. Voy a buscar una segunda opinión. Estoy en mi derecho de pedir estos documentos, pero empezó a gritarme que no habría una segunda opinión, y que, no, no le importaba, volviendo a gritarle a Moss que me regresaran a mi celda. Voltee a ver a Moss, y le pregunté que si había sido testigo de todo esto. El asintió. Le dije, de regreso a mi celda, que lo iba a llamar como testigo durante el proceso de queja formal. Me dio una sonrisa triste y dijo: “Claro, Whitaker.” En este tiempo no sabía lo que significaba esa sonrisa. Ahora lo entiendo.

Tan pronto regresé a mi celda, junté todas las copias de reportes de enfermedad que había mandado, e hice un archivo para mandar a mi abogado. Tengo el hábito de documentar el debacle completo para proporcionárselo al oficial de queja formal, procurando facilitarle el trabajo. Recibí mi respuesta a esto el 14 de Enero, e inmediatamente entendí la sonrisa del Sr. Moss. Es todo un chiste para ellos, y me repitieron el diagnóstico del Dr. P., palabra por palabra. Debo admitir que, para mi serena y calmada frialdad, me enojé en extremo. El dolor, cuando lo experimentas durante largos períodos de tiempo, crea un tipo de bola ardiente de tensión en tu estómago. Empiezas a sentir como una cuerda de guitarra que ha sido tensionada en exceso. Te das cuenta, en cierto momento, que vas a tronar. Algo que he notado por aquí: Cuando sigues las reglas, te hacen a un lado. Si yo hubiera acuchillado a un guardia, o puesto fuego a mi celda, me hubieran conseguido atención médica de inmediato. Pero porque soy callado por naturaleza, y tengo cero deseo de involucrarme en tales tonterías, el cese del dolor no estaba más cercano que lo que estaba el 27 de Octubre. Así que, me salté la línea de autoridad. Mandé copia de lo que etiqueté como “flagrante negligencia médica” al Directivo Correccional del Hospital de la Universidad de Texas en Galveston, el Dr. Ben Raimer. Mande, adicionalmente, otra copia al Departamento de Investigación de Certificadores Médicos, el cual, se supone, debe regular a estos médicos. Nunca recibí respuesta de ninguno de ellos. Mi abogado se puso en contacto con el alcaide. Nada se hizo. Finalmente, les pregunté a algunas de las enfermeras de mayor rango si había algún otro médico al que pudiera consultar. Empezé mandando 160 documentos al Dr. Z, en vez de usar los documentos de reporte de enfermedad. La enfermera me dijo, mientras checaba su alrededor en forma conspiratoria antes de hablar en murmullo, que había más probabilidad de que el Dr. Z “realmente le hiciera caso a las palabras que salieran de mi boca.” El Dr. Z en realidad vino a mi celda esta semana, y pasó unos cuantos momentos revisando mi rango de movimiento (o falta de ello) y ordenó unas radiografías. Todavía estoy esperando que me las tomen. Y seamos honestos. No espero que se vayan a tomar, a solo que los siga hostigando (lo cual estoy haciendo, lo pueden creer).

En general, esto ha sido una experiencia exasperante. Como resultado, no he podido hacer ejercicio durante tres meses, y mis niveles de estrés han aumentado considerablemente. No duermo bien, porque, cuando me muevo, el dolor lancea por mi brazo, despertándome. Sé que solo soy un convicto. Sé que ya no soy un ciudadano; que el contrato social es diferente para mí que lo que es para ustedes. Pero, seriamente, ¿en dónde vivimos? ¿No se debería conceder dar cuidado médico a alguien que tiene necesidad de ello? Si se niega… ¿podemos todos reconocer que esto constituye una violación en general de cada punto de los derechos humanos? Se me ha dicho que no siempre fue así. En la era de Clinton, existía tal cosa como una revisión Federal de las prisiones del estado, en donde investigadores Federales efectuaban visitas a las cárceles del estado dos veces por año, manteniendo bajo control a los estados. GW quitó todo esto tan pronto tomó posesión de la oficina oval. No puedo creer que voté por él. Eso me pasa.

Mi caso no es anormal. La excusa de la “artritis” es extremadamente común, siendo un diagnóstico para todo desde un menisco roto hasta dolor de cuerpo asociado con la influenza. Solo esta semana salió un artículo en el “Houston Chronicle” (Enero 15, 2008 – “Se Busca Investigar más de Cerca la Muerte de un Prisionero”) en relación a la muerte del prisionero del Departamento Correccional de Texas, Larry Louis Cox. Se metió en una reyerta con los guardias, los cuales le dieron una golpiza (entre las lesiones, dos costillas fracturadas). El fallo de su muerte fue “homicidio por negligencia médica”. Aún cuando se quejó durante semanas de dolor severo en su espalda, los resultados de sus radiografías dicen que sus lesiones no eran nada fuera de lo normal, y no había señal de fractura.” ¿Les suena familiar? Les recuerdo, este hombre está muerto. La única diferencia entre este caso y cientos de otros es que el Chronicle (periódico) se dio cuenta de éste. Sospecho que esto pasó debido al escándalo rodeando el Fiscal de Distrito del Condado Harris, y su reciente caída de la gracia, lo cual coloca a ciertos aspectos del crimen en el montón de “asuntos calientes” durante un corto tiempo. Normalmente, los derechos del prisionero son un abrojo verbal para los políticos. No durará.




En conclusión, creo que lo que quiero es explicar por qué, aún a ustedes los Republicanos de hueso colorado les debería importar esta situación (no mí situación, sino la situación en relación a las condiciones horrorosas de este lugar). Nunca voy a dejar estas paredes, pero la misma afirmación no aplica a la vasta mayoría de los 180,000 prisioneros en el sistema del Departamento de Justicia Criminal. La mayoría saldrán, algún día. Quiero que mediten sobre eso un segundo. Vamos a echar un vistazo a las lecciones que se les están enseñando a estos hombres, ¿quieren? En vez de darles educación en contra de las drogas, se les enseña absolutamente nada, excepto que solo esperan el día en que puedan volver a estar afuera, porque el precio en las calles es un poco menor a los precios para droga en la prisión. (GW asesinó la mayoría de los programas para tratamiento de drogadictos siendo gobernador). En vez de enseñarles a estos hombres el valor del dólar, cómo ahorrar y hacer un presupuesto, y darles oportunidad de algún entrenamiento vocacional y educacional, simplemente se les enseña como “vender”. (A los prisioneros del Departamento de Justicia Criminal de Texas que trabajan no se les paga ni un centavo por su trabajo árduo, a diferencia de otros estados. Así que… ¿cómo piensan que sacan dinero para las compras en la tiendita de prisión?) Se les enseña que son animales sub-humanos; que son diferentes a USTEDES. Se les enseña que son dignos de vivir en la mugre, y que la única forma de asegurarse que el “hombre” no los pesque a ellos, es hacerlo ellos primero. Y las personas se cuestionan por qué el índice de reincidencias en este país es 13 veces más alto que en Europa.

¿Qué es lo que hacen en Europa que es diferente? Bueno, en términos generales, usan la zanahoria, no el palo. Rehabilitan al delincuente, y lo tratan como ser humano. Esto no significa que le permiten salirse con la suya. Simplemente le conceden una pequeña cantidad de respeto. Y lo maravilloso: ¡No regresan a la prisión! Imaginen eso. Claro, este tipo de ambiente penal tiene costos operativos más altos que el de un sistema de puro castigo, pero, ¿honestamente creen que el costo económico de regresar los programas a las prisiones es más alto que el costo económico y social de los crímenes que cometen los delincuentes reincidentes? Díganle eso a las víctimas y las familias de las víctimas de crímenes que fueron cometidos por hombres que han estado en prisión 2, 3, 4, o más veces. Pensarían que estas cosas serían de sentido común. Y sin embargo…existe una filosofía política completa en este país que se fundamenta sobre la idea de que, técnicamente, los criminales no son seres humanos. Que una vez que hurgas dentro del mundo del crimen, te conviertes en ALGO DIFERENTE y debes ser desterrado del mundo de lo limpio por toda la eternidad. Si no soy humano, te pregunto ¿Qué soy?

“Somos, no sé cómo, dobles dentro de nosotros mismos, resultando en no creer en lo que creemos, y no poder quitarnos de encima aquello que condenamos.”

Ensayo por Michel de Montaigne (11,16, 469C)

© Copyright 2008 por Thomas Bartlett Whitaker.
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